No hay nada más escabroso que viajar al interior de la mente de un hombre desequilibrado. Y Martin Scorsese sabe que esta es la clave para aterrar y mantener atado a la butaca al espectador. Se trate de un taxista solitario, cuan caballero medieval, buscando salvar el mundo de la manera más escabrosa posible, la locura paulatina de un paramédico durante tres noches consecutivas, la obsesión de un fanático de Jerry Lewis, la paranoia y esquizofrenia de un magnate millonario, llevada a escalas increíbles; la caída físico – psicológica de un astro del boxeo; las dudas sobre religión y razón de Jesucristo, o la simple pero demencial aventura de un pobre oficinista, perdido en los barrios bajos de Nueva York.
Algunos encasillan el cine de Scorsese dentro del género de gángsters y mafioso. Pero de lo que verdad trata su cine es el deterioro de la mente humana ante circunstancias externas. Personajes que cuestionan el mundo que los rodea, y los supera. No importa cuan poderosos sean, todos pierden la “razón” en algún momento.
Desde Pandillas de Nueva York, el cine de este gran cineasta, cinéfilo, coleccionista y restaurador de películas, dicen que se ha “devaluado”. Es cierto que Scorsese piensa en grande ahora. En superproducciones, en estrenar de forma masiva. Algunos relacionan esta etapa más “industrial” y quizás menos “personal” de su filmografía, a la necesidad de buscar el Oscar (ya lo obtuvo) y al haber cambiado a Robert De Niro por Leonardo Di Caprio.
Lo cierto es que donde algunos ven falta de inspiración, yo sigo viendo un amor inaudito por el cine, como pocos directores en la historia del cine tienen. No se trata de citas solamente, se trata de verdadero respeto por el cine clásico…
Pandillas… fue una obra épica con notables secuencias de acción, un plano secuencia admirable, en contra de cualquier guerra, un personaje maravilloso interpretado por Daniel Day Lewis, y una reflexión acerca de los primeros años de historia estadounidense sumado a las consecuencias de la Guerra de Secesión. Brillantemente filmada, la película, a pesar de todo tiene demasiados detractores, y no del todo bien recibida en el momento del estreno.
Algo similar sucedió con El Aviador. Es verdad que las películas de Scorsese se parecen visualmente, cada vez menos a Buenos Muchachos, Toro Salvaje, Taxi Driver o Calles Salvajes. El Aviador confirmó esto. Pero también dio la oportunidad a su director de poner en el asador todos sus conocimientos sobre la historia de Hollywood, recrear meticulosamente la estética y el cine de los años ’30 y ’40. Reproducir el periodo “dorado” del star – system, con un increíble reconstrucción de las escenas aéreas de Los Ángeles del Infierno de Howard Hughes.
Los Infiltrados, en cambio parecía estar filmada por un gran fanático de Scorsese, personajes caricaturizados, escenas que no podía competir en tensión siquiera con la interesante, aunque algo sobrevalorada película honkonesa original. A pesar de la opinión de este crítico, Scorsese recibió el Oscar tantas veces negado, arrebatándoselo de las manos a Clint Eastwood, quien en el 2006, quizás hizo la mejor película de su carrera.
Tras cuatro años de espera, con documental de Rollings Stones de por medio (donde no metió a Di Caprio, quizás porque Jagger no quiso), Martin vuelve al ruedo con un thriller psicológico clásico, que posiblemente se trate de una de las películas más tensionantes y vibrantes desde la remake de Cabo de Miedo (1991), llevada con pulso firme por el mismo director.
A diferencia de la película protagonizada por De Niro y Nolte, a la cual el director le dio una composición visual contemporánea, tanto por el uso del montaje como la fotografía o la interpretación excepcional de De Niro, que contrasta con la solemnidad y clasicismo del excelente film original de J. Lee Thompson, La Isla Siniestra es un film clásico en estado puro.
Lo primero que llama la atención es que la película bien podría haberse filmado en blanco y negro, y hubiese quedado soberbia, pero era una decisión demasiado controversial para un film comercial. Aún así, Scorsese cuida detalles, típicos de un thriller de los años ’40 o ’50. Fondos falsos marcados, diálogos que parecen sacados de una novela de detectives, y planos contrapicados, tomando al actor desde los pies a la cabeza que remiten directamente a una estética de un film de Orson Welles.
Pero más allá de una meticulosa puesta en escena, con homenajes a films de Samuel Fuller como Shock Corridor o Jacques Torneaur, por ejemplo, se identifica poco visualmente al director de ¿Quien Golpea a mi Puerta? Pero no a un nivel psicológico. Teddy Daniels no entra a Ashecliff con todas las luces. Notamos que algo anda mal en su cabeza, y la presión y tensión dentro de la prisión llevará al personaje a un viaje por las peores zonas de la isla, y a la vez de su propia cabeza. Entre pesadillas filmadas de forma muy bella y lírica (casi como el intermundo de Desde mi Cielo), y escenas muy oscuras y escalofriantes, el personaje va a llegar a descubrir que es lo que verdaderamente pasa en esa isla.
La película está basada en una novela de Dennis Lehane, que ya tuvo dos muy buenas adaptaciones cinematográficas en su haber: Río Místico (2003) de Eastwood, y Desapareció una Noche (2007) de Ben Affleck. Ambos relatos comparten muchos puntos en común con La Isla… No la época o la estética, pero Lehane en las tres obras, “humaniza” a sus detectives, y sobretodo hace hincapié en como las marcas del pasado, aunque tratemos de esconderlas siguen estando dentro nuestro en todo momento. Asimismo, nuevamente el infanticidio es otro tema que la película de Scorsese no elude y a la vez se conecta con las otras películas.
A medida que el relato va avanzando, Scorsese procura empezar a dejar pistas sutiles acerca de la revelación final. El espectador atento sentirá que la película se vuelve previsible, pero sin embargo el camino por recorrer es largo, y entre un montaje continuamente desfasado que hace recordad al Scorsese más rebelde y anárquico de Calles Salvajes, la soberbia fotografía de Robert Richardson, y sobretodo las excelentes elecciones para la banda sonora, el director construye una de las películas más incómodas, psicológicamente atrapante, ominosa que se haya visto en mucho tiempo.
Al igual que en Cabo… la mano para crear escenas de suspenso tienen una destreza, sencillez exquisitas, que hace preguntar porque Scorsese hizo tan pocas películas del género, teniendo una intuición tan clásica, pero a la vez tan meticulosa para poner la cámara y construir climas, densos, personajes ambiguos, engañosos…
El elenco es soberbio. Si bien Di Caprio no hace su peor actuación, tiene tendencias nada novedosas a sobreactuar algunos momentos dramáticos y no llega a dar con el tono que Scorsese trata de imponer durante toda la obra. Pero los roles secundarios son interpretados con majestuosidad por Ben Kingsley (como el misterioso director del Hospital), el siempre admirable Max Von Sidow, y pequeñas pero fundamentales participaciones de Michelle Williams, Jackie Earle Haley, Elias Koteas, John Carroll Lynch, y especialmente Ted Livine, y Patricia Clarkson. Hay una magnífica escena la maravillosa y subvalorada Emily Mortimer se luce como la “paciente desaparecida”.
Mark Ruffalo, como nos tiene acostumbrado, termina siendo demasiado neutral expresivamente. Y su personaje, importante, no logra levantar demasiado vuelo.
Es posible que el fanático acérrimo de Scorsese no quede del todo conforme con el resultado final de La Isla Siniestra: se trata de un film demasiado encasillado en el género, y con demasiado efectos visuales, para ser una película de su director. A la vez, el guión no escapa de varios clisés, y como ya dije, puede resultar por momentos previsible y convencional. No se puede ver un lirismo visual, una forma de manejar los movimientos, con el nervio y la subjetividad de los films más reconocidos.
Pero lo que es indudables, es que se trata de una película atrapante desde el primero hasta el último plano, con un ritmo arrasador, creación de climas fascinantes, momentos escalofriantes, vibrantes, viscerales, oníricos. Hay lugar para el romance y el melodrama clásico.
Es sabido que Scorsese es un maestro del cine contemporáneo. Si bien, esta vez no se puede decir que nos está dando una clase de dirección, bien se puede ameritar una verdadera lección de historia del cine. Y por supuesto otra declaración de amor al “Séptimo Arte”.