“Moisés Ville ocupa un sitio importante en la historia de la comunidad judía argentina: fue el lugar elegido a fines del siglo XIX por un grupo de familias llegadas de la Rusia zarista, que buscaban regenerar al pueblo judío volviéndose agricultores. Pero lo que yo quería mostrar en la película no era esa historia, bien conocida, sino los esfuerzos de un puñado de descendientes de aquéllos pioneros por mantener viva la memoria judía del pueblo en la actualidad, cuando la gran mayoría poblacional es católica”, dice Iván Cherjovsky acerca de La Jerusalén Argentina, su ópera prima co-dirigida con Melina Serber, un documental que bien podría haber sido meramente anecdótico o informativo y que, sin embargo, es mucho más que eso.
Porque que La Jerusalén Argentina informa y tiene anécdotas pintorescas es verdad. Pero detrás de los datos y la superficie de las cosas, este documental construye un retrato lúcido de un pueblo rural que intenta apuntalarse en el presente frente a tiempos de cambios. Es que en este lugar al que llegaron cientos de personas a fines del siglo XIX (y que inspiró la creación de la Jewish Colonization Association, la empresa que trajo al país a 30000 colonos judíos) hoy quedan apenas 150 descendientes de aquellos míticos gauchos judíos. Lo que se dice un pueblo casi fantasma.
Pero eso no significa que esté hundido en la melancolía o el abandono. Todo lo contrario. Si bien se trata de una comunidad reducida y envejecida, no por eso deja de ser muy activa. Gracias a su importante y muy bien conservado museo, los lugareños atesoran las reliquias de sus ancestros, en algunos casos casi en perfecto estado. También organizan pequeños circuitos para que los turistas conozcan el pueblo, con sus sinagogas como atracción principal. Por más pequeño que sea Moisés Ville, siempre hay algo interesante por descubrir. Por otra parte, el evento que todos esperan entusiasmados es la Fiesta de Integración Cultural, que celebra la convivencia en la diversidad. También es el momento para honrar la memoria de los gauchos judíos de un modo festivo.
En tanto documental, La Jerusalén Argentina se hace entrañable por un motivo en particular: su informalidad y afabilidad a la hora de recoger testimonios y retratar las historias de los lugareños. Porque lo que se pone es escena es su vitalidad, su espíritu juvenil, su voluntad de seguir viviendo lo mejor posible. Luminosa es la mirada de los realizadores, que nunca, ni por un momento, caen en la tentación de hacer del pueblo un lugar de excéntricos viejitos bonachones. Sí hay humor y del mejor, e incluso lo hay cuando se habla de la muerte, que sorprende y lacera como lo hace en cualquier otro lugar del mundo. Y, después, la vida continúa. Como siempre.
Fotográficamente, la ópera prima de Cherjovsky y Serber está muy cuidada. No de una manera que llama la atención sobre sí misma, sino siempre buscando el mejor encuadre y la mejor composición del plano para dar cuenta de la singularidad de los espacios de este lugar con tanta historia. Por momentos, parece que todo está detenido en el tiempo, que uno vuelve décadas atrás y es testigo de cómo era el día a día antes de la posmodernidad y las nuevas tecnologías. No porque Moisés Ville esté atrasado, no es ése el caso, sino porque la presencia de lo humano se impone a la de la tecnología. Eso es algo que no se ve usualmente. Y que también merece ser celebrado, del mismo modo que se reivindica la batalla contra el paso del tiempo y el olvido.