Melina Serber e Iván Cherjovsky recopilan cariñosamente picardías y recuerdos de los viejos judíos, imágenes de venerables edificios hoy medio descascarados, momentos de fiestas y liturgias, no sólo hebreas. La histórica “goyim” con sus cultos diversos, sus músicas y su escaso interés por el pasado. Pero el film dista de ser nostálgico. Eso sería faltarle el respeto a los viejos, que siguen bromeando. Maravilloso, el que explica por qué plantó una Estrella de David en la tumba de su perro.