Lejos de explorar la multifacética personalidad del ajedrecista estadounidense Bobby Fischer, La jugada maestra -2014- toma el camino del reduccionismo en la coyuntura de la guerra fría para abandonar de inmediato al personaje y sumirlo en una catarata de paranoia y delirio poco atractivo en base a su contribución al ajedrez.
Las históricas partidas entre Bobby Fischer –Tobey Maguire- y Boris Spassky -Liev Schreiber- no solo son recordadas en el mundillo ajedrecístico como hitos, sino que cobran un sentido extra por desarrollarse en el contexto de la guerra fría. Ambos contendientes, más allá de sus destrezas mentales, formaban parte de un intrincado tablero geopolítico donde dos potencias como Estados Unidos y Rusia anhelaban la caída y el jaque mate del otro en todos los terrenos donde se midieran inteligencias y logística más allá de las diferencias políticas entre ambos países.
Lo cierto es que tanto Fischer como su oponente no eran otra cosa que peones al servicio de intereses que la jugada maestra 4superaban la rivalidad del juego ciencia y por supuesto la derrota en el torneo que los enfrentaba necesariamente generaba un cambio de posicionamiento en el tablero mayor.
Pero si esa hubiese sido la idea rectora en el guión esquemático de Steven Knight el resultado de este opus de Edward Zwick debería haber sido otro que el que finalmente consigue, por no apartarse de ese esquematismo vinculado a los delirios de Fischer; a sus terrores personales con el avance de la penetración comunista y en definitiva al sufrimiento de su propio entorno al ser testigos de un deterioro mental en constante avance.
Se sabe que el destino de Fischer no fue nada auspicioso, pero el film no indaga en ninguna de sus circunstancias más que como dato sumario en un epílogo desganado y que rápidamente queda en el olvido tras haberse tomado demasiado tiempo en no avanzar algunos casilleros en la atribulada vida de este genio incomprendido que revolucionó el ajedrez.
Tobey Maguire se pone la piel de Fischer, pero con un énfasis muy acentuado en sus aspectos psicológicos, en sus obsesiones y no logra transmitir esa inteligencia que lo caracterizaba, más allá del cruce anecdótico de las partidas, las estrategias que descolocaban al rival ruso, elemento fundamental para que Fischer comenzara a sacar ventaja.
Del ajedrez y las distintas maneras de jugarlo el film de Edward Zwick profundiza muy poco, quizás por haber un interesante número de películas más logradas que esta y sin ánimo de repetir fórmulas la búsqueda se orientó hacia los aspectos periféricos o a resaltar las contradicciones humanas que llevaron al sufrimiento a Bobby Fischer.
En definitiva, La jugada maestra -2014- no es un film atractivo ni esclarecedor sobre un personaje con muchas aristas para explorar, pero que lamentablemente siempre termina encasillado en el mismo lugar: el delirante y paranoico Bobby Fischer.