La La Land: los colores estridentes del amor
El último filme de Damien Chazelle- escritor y director de Whiplash (2014)- La La Land: Una historia de amor (2016) es un musical que narra la historia de amor entre dos jóvenes artistas en la ciudad de Los Ángeles, “la ciudad de los sueños” tal como la presenta el largometraje. Realiza una fuerte promoción del american dream, respaldada en la cinematografía, funcionando el cine y las películas con este ideario, principalmente con Los Ángeles y Nueva York como ciudades donde este ideal es posible, alcanzable.
Esto es además un tópico clave en el cine hollywoodense, lo cual se reitera en La La Land con los extensos guiños al cine clásico mediante películas como Un americano en París (1951), Cantando Bajo la lluvia (1952), y una cita explícita a Rebelde sin causa (1955) que acentúa el recurso del “cine en el cine”, evidenciando el metalenguaje. Incluso un viejo cine de la ciudad funcionará como metáfora de la pareja, por ejemplo, cuando entran en crisis el antiguo cine cierra paralelamente.
Rebelde sin causa aparece referenciada dos veces, la primera cuando los protagonistas ven ese filme en el cine, y la segunda cuando concurren a uno de los escenarios claves del mismo: el Observatorio Griffith, llamado así por el coronel J. Griffith quien casualmente se apellida igual que D.W. Griffith, uno de los nombres más notables del cine norteamericano, evidenciando en consecuencia que La La Land es un homenaje constante a Hollywood y sus inicios, tal como lo presentan sus créditos iniciales.
La película inicia con un musical sumamente coral en donde los bailarines mantienen conceptos de la danza posmoderna desde su vestuario colorido y cotidiano. Se nos presenta entonces una Los Ángeles aparentemente maravillosa, cuyo concepto se quiebra ni bien comienza la historia de los protagonistas. Para quienes no lo saben los estudios de cine se asentaron ya que su sol y sus extensos días permitían largos rodajes. La La Land a partir de allí está dividido estructuralmente en cinco partes, tituladas en correspondencia con las estaciones climáticas: “Invierno”, “Primavera”, “Verano”, “Otoño” y por último nuevamente “Invierno” (cerrando así cíclicamente el relato).
Sebastian (Ryan Gosling), es un joven músico de jazz que no se adapta a las nuevas tendencias musicales. Su personaje reivindica el Jazz y su historia, es un nostálgico. En este sentido la historia y su final tienen algo de la nostalgia que caracteriza al director Woody Allen y sobre todo varias coincidencias con su reciente Café Society (2016). El nombre del personaje puede (a espectadores de cierta generación) remitir automáticamente al también rubio Sebastian interpretado por otro Ryan -Phillippe- en Juegos Sexuales (1999), obviamente las películas no tienen ningún punto de contacto. Gosling se luce en todo momento, desde sus pasos de baile hasta sus expresiones adorables, es un actor que sin dudas viene en ascenso.
Mia (Emma Stone) es una joven aspirante a actriz que trabaja en la cafetería de los estudios Warner. Es pertinente destacar que el decorado de su departamento tiene una notable influencia de otra película también perteneciente al género del musical: Les parapluies de Cherbourg (1964). Se considera que el mayor momento de lucimiento de Stone son sus expresivos rostros al hacer las audiciones, en las cuales visualmente el color es protagonista puesto que su vestuario es cromáticamente opuesto al fondo.
En este sentido, no sólo por estar filmada con Cinemascope, el film presenta un gran deleite visual que comienza con fondos coloreados; los cuales funcionan estridentemente como los telones pintados del cine clásico, esos colores saturados y con pasajes de valor que iniciaron en Lo que el viento se llevó (1931) y continuaron en la ya citada Cantando Bajo la lluvia.
Se considera entonces, que lo que más se destaca de La La Land es la escenografía, diseñada por David Wasco –el director de arte predilecto de Tarantino-, y el vestuario de Mary Zophres, quien ha trabajado reiteradas veces para las creaciones de los hermanos Coen. Por un lado, un decorado de estudios que remite constantemente al “Cine de Oro” y es en varios momentos pictórico, evidenciando así su artificio y reforzando el metalenguaje propuesto explícitamente en el filme. Por otro lado, un vestuario de colores saturados y estridentes para el personaje de Mia y sus acompañantes, y colores terrenales y reminiscencias a los años ‘50 para el de Sebastian.
Incluso los detalles de la vestimenta de los personajes son vitales ya que no sólo remiten a la psicología de los personajes y a una decisión estética, sino también que acompañan a nivel argumental. Un ejemplo de ello es una escena en la cual luego de bailar y cambiarse los zapatos a unos propios para bailar el Tap, Sebastian le devuelve a Mia sus sandalias azules, tal como los zapatos de cristal de Cenicienta.
Para concluir, aunque la propuesta narrativa y formal del filme posee sensibilidad y elegancia, no alcanza para hacer de esta obra algo netamente original ni sorprendente. En lo que nos respecta a su director, es constantemente sobrevalorado -desde Whiplash– por la industria cinematográfica, favoreciéndolo así con constante publicidad. Recordemos que todos estaban hablando de La La Land desde mucho antes de que se llevara varios premios en los últimos Golden Globes. A nivel musical, las letras de las canciones cantadas por sus protagonistas carecen de profundidad, a excepción de esa hermosa melodía que funciona como leitmotiv romántico que une nuestra pareja protagónica. Además, en cuanto a la sincronía de las canciones –seguramente grabadas previamente en estudio- y las escenas donde los personajes las cantan no sé si es un error de sonido o de interpretación, pero parecen algo desfasadas, o falta el esfuerzo al hacer el playback o falta sonido ambiente que le de continuidad.
A pesar de ello, se reconoce que la película está bien lograda aunque le falta ese plus para dejarnos atónitos frente a la pantalla, sobre todo después de tanta expectativa que se había creado en torno a la misma. La La Land nos deja no sólo un hermoso deleite visual y un corazón roto, sino también resalta la importancia de tener a alguien que crea en uno mismo, como así también la idea de que la pasión de uno puede recordarle a otros lo que han olvidado.