Siempre volvemos a donde pertenecemos
Si hay un película por la que tenía expectativa, esa es La La Land, la más reciente (Gran) obra de Damien Chazelle, director joven que parece tener un gran apego con lo musical, pues claro, él mismo quiso ser músico en su juventud (como si no fuera joven aún). Mucho se ha hablado de esta obra, tanto en temporada de premios, como en la crítica y en los espectadores que, más afortunados que yo, pudieron verla mucho tiempo antes. Algunas veces hay que luchar con la impaciencia y esta vez esperar valió la pena.
La química que existe entre Ryan Gosling y Emma Stone es impresionante, claro que ambos ya han trabajado juntos en otras dos ocasiones. Pareciera que ambos están destinados a estar en pantalla juntos, y cada segundo que se tocan brillan, pero no uno más que el otro si no a la par, como dos buenos coprotagonistas.
La La Land es un gran tributo a toda la época clásica de Hollywood, en especial a sus producciones musicales. Y se nota que está hecho todo con cariño, con minuciosidad. Cada coreografía, cada canción, tiene mucha pasión encima y muchas horas de laburo que se notan. La verdad, no me sorprendería que Chazelle estuviera laburando en este proyecto desde hace años, porque lo que logra es impresionante.
La fotografía es un lujo, la luz es un protagonista más de la película, cada vez que aparece y desaparece al antojo del director, sabemos lo que está por venir, minutos de buena música mezclada de una gran cinematografía.
La La Land es un gran tributo a la época clásica de Hollywood.
Quizás a los más quisquillosos puedan molestarles algunas cosas de la trama, pequeños puntos que la hacen girar con comodidad pero que sinceramente se nota que a Chazelle no le importaron. Y la verdad, a nadie debería, porque esta es una película mágica, casi como un cuento de hadas trasladado a Los Angeles. Y aquí, las situaciones completamente verosímiles no tienen lugar y la lógica no tiene por qué mantenerse.
Que más decirles, vayan al cine ya mismo a ver esta hermosa película. Si algo me enseñó La La Land, es que Chazelle va camino a la grandeza, que Ryan Gosling se la re banca y que la magia en el cine aún está viva.