Lamentablemente, recién cuatro meses luego de su estreno en el festival de Venecia, se estrenará La La Land, la nueva película de Damien Chazelle. Y es que el filme sólo se puede calificar de una forma, con dos palabras: obra maestra. Luego de arrasar en los Golden Globes con 7 galardones, y ya con las nominaciones a los premios Óscar en la que la película se encuentra en 14 categorías (igualando el récord de Titanic y All about Eve), llegará a los cines este jueves. Guste o no del cine, guste o no de los musicales, La La Land es de visionado obligatorio.
La cinta de Chazelle (Guy and Madeline on a Park Bench, Whiplash) tiene tantos puntos altos que quizás sería mejor simplemente empezar por sus defectos, que tienen que ver con algún problema de guión pero sobre todo, con sus números musicales. Hay un pequeño desfasaje de calidad entre la trama y las coreografías, que no terminan de tener el impacto que la película requiere, aunque la música sea tan sensible y armónica. No obstante, La La Land destaca en tantos otros aspectos que las falencias que puede tener son atenuadas.
Ahora sí: ¿Por qué tiene tan buenas críticas, por qué no para de ganar todos los premios que existen, y en definitiva: por qué es tan buena película? Lo más simple sería responder: Actuaciones impecables, fotografía descomunal, uso de la paleta de colores y la dirección de arte perfecta, música dulce y progresión de planos precisa. Sin embargo, la magia de la película reside en una doble declaración de amor de Chazelle: hacia el cine y hacia el jazz.
Basta con mirar el principio de la película, cuando Sebastian (Ryan Gosling) está tocando en el bar y las luces se apagan, creando su propio escenario. Termina la canción, y corta a un plano de Mia (Emma Stone). Esa secuencia está filmada con tanto amor, con tanto cariño por el jazz y por las relaciones humanas que evidencia que la película está a un nivel superior. Además, La La Land, en su busca de recuperar el musical hollywoodense, no sólo lo logra sino que lo reinventa.
Gosling y Stone se cargan la película a través de personajes complejísimos, diseñados con una arquitectura de guión casi perfecta. Los momentos de comedia, además de tener el timing justo, son dosificados de modo excelente con los números musicales. Pero cuando la película se tiene que poner dramática, uno empatiza tanto con los personajes que cargan encima ese comentario sobre el éxito (tan presente en Whiplash) que se angustia como si los problemas de ellos fuesen propios, lo cual es otro de los tantos puntos a favor del film.
Así, podríamos seguir horas y horas destacando los puntos altos de La La Land. No hay más que recomendarla fervientemente, por sus intérpretes, por el comentario general de la película, por su imaginería visual, pero sobre todo, por el amor con que está filmada. La película del año.