Sin lugar a dudas, este año la ceremonia de entrega de los premios Oscar no generará ningún tipo de suspenso. Con el espaldarazo de 14 nominaciones, récord compartido con Titanic y La malvada, La La Land se perfila como la gran favorita, no sólo en el podio como Mejor Película; sino en rubros tan relevantes como Mejor Director (Damien Chazelle) y Mejor Actriz (Emma Stone).
Si bien es muy cierto que este film que recupera el brillo y el encanto de la era de oro del musical de Hollywood, lejos está de erigirse como el exponente más sublime del género en lo que va del siglo XXI; ese título lo sigue ostentando con total entereza la arrolladora Moulin Rouge. Pero claro, aquella película del australiano Baz Luhrman, era demasiado barroca y desmesurada para los desabridos paladares de los miembros de la Academa. De hecho, de las ocho nominaciones a las que aspiró aquel ícono renovador, sólo se llevó las correspondientes a Dirección Artística y Vestuario. Luhrman ni siquiera figuró entre los aspirantes a Mejor Director y Nicole Kidman perdió el galardón a manos de Halle Berry. A su vez, es muy justo decir que La La Land está muy por encima de Chicago, el único musical que logró alzarse con la ansiada estatuilla en lo que va del nuevo milenio.
La historia que cuenta el tercer film del joven director Damien Chazelle, quien antes había abordado el mundo del jazz y la carrera por el virtuosismo en la demoledora Whiplash, pone en el centro del relato a dos personajes irresistibles en la siempre movediza ciudad de Los Ángeles. Sebastian (Ryan Gosling), un músico enamorado del jazz purista que está obsesionado con abrir un club en el que se pueda escuchar a los mejores exponentes de la escena; y Mia (Emma Stone), una actriz que aspira hacerse un lugar en el competitivo mundo del cine y la televisión, mientras trabaja como camarera en un café de los estudios Warner Bros. Luego de un par de cruces no del todo afortunados, la pareja inicia una relación. El contexto en el que está inmersa esta dupla romántica, incluye una seguidilla de de castings despiadados por los que transita Mia, y la tristeza de Sebastian al comprobar que el último reducto jazzero de la ciudad ha sido transformado en un bar de samba y tapas.
Con la intención de captar la mayor cantidad de público posible, en nuestro país la película ha sido titulada La La land: Una historia de amor. Cuando en realidad, el eje de esta envolvente propuesta pasa más por todo aquello, que para bien y para mal, rodea al amor. Con una glamorosa estética y elementos icónicos del musical clásico, el film coincide con el reclamo de tantos críticos y espectadores, que consiste en la vuelta a las historias nobles, labradas con sensibilidad y un lenguaje cinematográfico depurado. Más allá del gran despliegue de producción, aquí no se impone la pirotecnia ni la fórmula narrativa, sino una obra genuina; que incluso se permite algunos momentos de dispersión.
Chazelle arriesga una puesta en la que artificio y realismo se ensamblan con total fluidez. Las escenas musicales no son abusivas, y los actores cantan y bailan con más naturalidad que destreza. De hecho, la opción de trabajar con largos planos secuencia, no tiene como objetivo ocultar eventuales desprolijidades, sino todo lo contrario; hacer que Stone y Gosling luzcan absolutamente orgánicos.
En pocos minutos, La La Land conquista hasta al más reacio enemigo de los musicales. Si nos atenemos estrictamente a las pautas del género, es cierto que el resultado general se resiente un poco por el hecho de que la brillante secuencia coreográfica inicial, con los personajes en medio de un embotellamiento de tránsito, no logra ser superada en términos de puesta en escena en el resto de la película. Aunque la emotiva coda final - que aquí por supuesto no anticiparemos - está concebida con una logradísima textura agridulce.
Un aspecto llamativo en esta historia es la ausencia de villanos. En su lugar, hay cierta tentación a cargar las tintas en conceptos como purismo versus basura comercial. En tiempos de mixturas, en que la influencia del pop y más aún de la electrónica, se ha fusionado con cuanto estilo tradicional se haya cruzado en el camino; Chazelle ejercita una mirada displicente en la que traza límites que separan a la verdadera música del pastiche oportunista. Tampoco esto hace que su película se vuelva condenable, y más allá de algún chiste ya gastado, como el de la irritación que produce vincular a Kenny G con el jazz; entendemos y compartimos que lo que quiere mantener vivo el personaje de Sebastian, es la herencia de un linaje musical que tiene más que ver con lo visceral que con lo elitista.
Mucho se ha hablado sobre las influencias que gravitan en esta película. Más allá de todo plano comparativo con clásicos del cine musical, La La Land no busca ser un remedo de todo aquello que brilló en la pantalla. Es una película que plantea un filoso duelo entre el sueño que se persigue y la urgencia del reconocimiento. No importa cuan nostálgicos o románticos sean Mia y Sebastian, ambos se verán presionados por el imperativo del éxito.
Lejos de las premisas complacientes de los musicales de los años '30, que buscaban extrapolar al espectador de la dura realidad de la depresión económica, esta multinominada película se presenta como un exponente que dosifica certeras dosis de felicidad y dilema. ¿Qué pasa cuando un integrante de la pareja logra el éxito y el otro no? ¿Qué sucede cuando el reconocimiento llega a través de algo que no coincide con lo que se desea? ¿Cómo sigue la vida cuando se alcanza ese sueño perseguido durante años? ¿Es más determinante aquella persona que pasa por nuestra vida para marcar un hito, que quien llega para quedarse? ¿Qué pasa cuando el tiempo nos pone frente a frente con el costo de una decisión mal tomada?
La La Land recupera una cualidad casi extinta en el cine de Hollywood. No busca apabullar al espectador vía acumulación de golpes de efecto. Es un una película que dialoga y no atropella. Es el reencuentro con esa encantadora canción que creíamos olvidada, pero que simplemente mantuvo su melodía al resguardo, esperando el momento justo para volver a sonar.
La La Land / Estados Unidos / 2016 / 128 minutos / Apta para todo público / Guión y dirección: Damien Chazelle / Con: Ryan Gosling, Emma Stone, J.K. Simmons, John Legend y Rosemarie De Witt.