La La Land: drama y pasión bajo las estrellas de Hollywood
Mia (Emma Stone) trabaja en un bar dentro de un estudio de cine. Dejó sus estudios, su ciudad natal y se mudó a Los Ángeles persiguiendo su sueño: convertirse en una actriz de Hollywood. Como muchas otras chicas, se presenta a miles de castings una y otra vez tratando de tener ese golpe de suerte que le permita mostrarse y poder vivir de lo que ama. Sebastian (Ryan Gosling) es un pianista que vive tocando -a regañadientes- en donde puede, y si su gusto se lo permite. Es que el músico es un devoto amante del jazz y también tiene un sueño: abrir su propio club en donde se pueda rendir tributo al jazz más puro. Pero para poder ahorrar dinero tiene que, a veces, hacer concesiones a las que no está dispuesto. Ambos se encontrarán una y otra vez y pronto un vínculo hermoso comenzará a florecer. Mia y Sebastian descubrirán que se aman, y se alentarán y apoyarán entre ellos para que sus aspiraciones sigan teniendo vuelo. Pero los logros que pretenden tener como artistas, sus sueños, pueden ser los mismos que atenten contra un futuro juntos.
Ganadora de 7 Globos de Oro en la última edición de estos premios, rompiendo el récord de Atrapado sin Salida (One Flew Over the Cuckoo’s Nest, 1975) y Expreso de Medianoche (Midnight Express, 1978), así como también el récord del film en ganar cada categoría a la que estuvo nominada. Nominada en 14 categorías de los Premios Oscar, igualando a La Malvada (1950) y Titanic (1997). ¿Está justificada tanta nominación y tanta presea? Y la respuesta es: se merece todos y cada uno de esos reconocimientos. Y mucho más...
Hay varios tópicos en donde podríamos empezar. Los actores: Ryan Gosling y Emma Stone tienen presencia, carisma y la pareja es convincente. Ya lo habían demostrado en Loco y Estúpido Amor (Crazy, Stupid, Love., 2011) y Fuerza Antigángster (Gángster Squad, 2013). Stone tiene esa chispa y naturalidad que la aleja de la celebrity y la acerca más a la gente. Gosling atraviesa un gran momento actoral y con su sonrisa casi es suficiente para cautivar al público. El director y guionista Damien Chazelle. Su amor por la música y talento para plasmarlo en la pantalla grande lo había demostrado con su ópera prima Guy and Madeline on a Park Bench (2009) y con el film que llamó la atención de todos Whiplash: Música y Obsesión (Whiplash, 2014); casualmente las dos tratan sobre jazz. Pero, además, el realizador rinde un profundo y sentido homenaje a los musicales de Hollywood, un género casi tan norteamericano como el western, o tal vez más. El director muestra mucho conocimiento en el tema, ya que hay muchas, muchísimas referencias a esta clase de largometrajes (algunos sutiles y otros casi calcados). Cantando Bajo la Lluvia (Singin’ in the Rain, 1952) es uno de los más referenciados; pero hay otros como Broadway Melody of 1940 (1940), Un Americano en París (An American in Paris, 1951), Brindis al Amor (The Band Wagon, 1953), Al Compás del Amor (Shall We Dance, 1937) o Amor sin Barreras (West Side Story, 1961), entre otros.
La otra pata clave es la música. Los números musicales en los que los protagonistas bailan y cantan, o los temas incidentales son preciosos. Un dato de color es que Gosling aprendió a tocar el piano de memoria tomando lecciones de dos horas al día durante seis días de la semana, permitiéndole hacer esas escenas sin usar doble o efectos por computadora.
La La Land es una obra increíble, con un final que la engrandece aún más porque le da una profundidad que la saca del musical común y corriente. Es un largometraje obligatorio que ningún amante del cine, por ningún motivo, debería perderse.