Casablanca cantada y bailada
Considerar a La La Land apenas un musical sería minimizarla. Por supuesto que ése es el género predominante de la cinta, pero el ritmo en sus escenas no es fin, sino medio; una entretenida e impactante forma de contar una historia de amor genuina, con la que más de un espectador podría verse identificado.
Técnicamente, La La Land es sublime. Gran parte del filme está dirigido en planos secuencia con cámaras en movimiento, a veces con muchos bailarines en escena. La dimensión del trabajo y la coordinación que exige filmar múltiples coreografías en plano secuencia es sinceramente inimaginable, y es por eso que la película impacta sensorialmente: el trabajo de dirección es realmente insuperable. Pero lo técnico no es lo único brillante de la propuesta, que apela a una vieja y conocida receta argumental hollywoodense y la recicla de la mejor manera posible. Más allá de las diferencias de género y estilo, las reminiscencias de Casablanca subyacen en una trama coral, entretenida y en ocasiones triste, que se mira, se escucha y también se siente.
Desde Moulan Rouge que el cine no brindaba una propuesta musical tan lírica como La La Land. Es una película para divertirse, reír y llorar, con 5 minutos finales que quizás califiquen como uno de los fragmentos más elocuentes de la historia del cine. Una clase de cine magistral e imperdible.