La la land no solo rinde homenaje a los grandes musicales de Hollywood de los 40 y 50, sino que tranquilamente pudo haber sido uno de ellos. El guión parece haber sido desempolvado de un cajón con la etiqueta "no abrir hasta el 2017". Con todo su tradicionalismo, sus referencias y homenajes, Damien Chazelle consigue irónicamente revitalizar un género cuyas últimas intervenciones en la pantalla grande habían sido principalmente remakes y adaptaciones de Broadway. La la land parece un recuerdo de algo que nunca antes hemos visto.
El reto fue realmente grande al tratar con dos actores que pese a estar absolutamente consagrados en Hollywood, ninguno se especializa como cantante profesional (aunque Gosling tiene su banda Dead man`s bones) ni tampoco como bailarines. Emma Stone con su voz frágil siempre al borde de la afonía dota a su personaje de una espontaneidad encantadora y terrenal cuya imperfección enamora a su coprotagonista tanto como al público. Mientras que, parafraseando a Meryl Streep, Ryan Gosling es "ese canadiense adorable (como todos los canadienses)", que sigue sumando fanáticos de todas las tribunas confirmando sus múltiples facetas como actor. La combinación es perfecta y el resultado es hipnótico. La conducción de Damien Chazelle (el nuevo director prodigio y mimado de la meca del cine), confirma que lo realizado en Whiplash no fue una mera casualidad.
Para los más despistados, que Chazelle elija realizar un musical como segunda película puede parecer un exhibicionista capricho de niño prodigio (tan solo 31 años tiene el hombre), sin embargo no lo es y el motivo es muy simple. Su amor por el jazz, confeso en su opera prima, Whiplash, se confirma en su segundo largometraje y se justifica con que él mismo fue baterista de una banda de jazz. Con ese contexto, resulta muy interesante el paralelismo entre el protagonista de La la land (Ryan Gosling) con el director, quienes juntos se proponen reivindicar el jazz como género musical y el musical como género cinematográfico. La nostalgia por el arte clásico se impregna en la cinta con la propuesta de mirar hacia el futuro sin perder de vista el pasado.