Después de su paso por Cannes y de ganar en el último Bafici porteño, se estrena la ópera prima de Andrea Testa y Francisco Márquez. Basada en un relato de Humberto Constantini publicado en 1984, tiene un título con doble eco: la larga noche de la dictadura, en cuyos años sucede la historia, y la que vive su personaje, un oficinista gris al que el pasado militante viene a buscar. Francisco es un padre de familia procupado por un ascenso que no llega cuando se reencuentra con una compañera que le pasa un dato. Los militares van a llevarse a una pareja y él puede salvarlos si les avisa. Entre el no te metás y el deber moral, el solitario y tironeado Sanctis (un muy buen trabajo de Diego Velázquez) contagia tensión mientras el eco de sus pasos, en una ciudad anónima, deliberadamente oscura e impersonal, hace de su periplo una especie de viaje expresionista. Es en ese paso a la acción donde está lo mejor de esta película, que aprovecha el potencial cinematográfico de su historia, mínima y mayúscula, argentinísima y universal.