Se estrena La larga noche de francisco Sanctis, película ganadora del último BAFICI.
Basada en una novela de Humberto Constantini, La larga noche de Francisco Sanctis relata una jornada de un mediocre oficinista que trabaja en una empresa mayorista. Su rutinaria vida se ve sacudida cuando recibe el llamado de Elena, una antigua compañera de facultad que le propone encontrarse para hablar sobre la publicación de un poema que Francisco escribió mucho tiempo atrás, en sus años de militancia. Pero Elena, que vivió muchos años fuera del país y ahora está casada con un oficial de la aeronáutica, le revela que el motivo del encuentro es darle el nombre y la dirección de dos personas que esa misma noche van a ser “chupadas”. Así Francisco deberá debatirse entre la acción y la pasividad. El involucrarse o el “no te metás”.
La larga noche de Francisco Sanctis es de esas películas en las que los espectadores somos interpelados de una forma contundente, pero también sutil, ante un terror que está agazapado y latente, que está dormido pero que en cualquier momento puede despertar y atacar. Prescindiendo de los clichés del Falcon verde y militares con bigotes, con sutilezas de vestuario, de dirección de arte (el cine en que se proyecta una película de Olmedo y Porcel) de costumbres de la época (el fumar en la oficina) y de pequeños actos (el deshacerse de papeles comprometedores, por ingenuos que pudieran parecer), Testa y Márquez logran recrear de manera minimalista el clima claustrofóbico de los años 70.
Para Francisco, el pasado vuelve con forma de presente incierto, sacude su relativa tranquilidad de gris oficinista que espera un ascenso, revuelve su vida familiar monótona (que no lo es tanto cuando toma conciencia de que algunas personas a su alrededor pueden estar en peligro, conocidos y desconocidos) y remueve sus antiguos ideales de poeta revolucionario.
La notable dirección de Andrea Testa y Francisco Márquez saca partido de las limitaciones de producción, concentrándose en el rostro y las espaldas de su protagonista, que carga con todo el peso de la historia. La oscuridad de las calles de Buenos Aires nunca fueron tan tenebrosas y es esa propia negrura de la noche, tan funcional al relato, la que otorga el ambiente propicio para una película de géneros. El minucioso uso del sonido, cuando todo parece silencioso, es aterrador. Así como el suspenso bien aprendido de Hitchcock, del hombre común puesto en una circunstancia extraordinaria. Y con todos esos elementos se lucen en una magistral obra de cine político que lleva a replantearse el significado de la militancia.
El elenco tiene la solvencia de Diego Velázquez como principal y casi excluyente protagonista, con un rostro con tensión, miedo y perplejidad. Pero también brinda lucidez con la brillante Valeria Lois. Marcelo Subiotto, Laura Paredes y Rafael Federman, todos excelentes actores, habituales en el teatro de Buenos Aires.
A modo anecdótico y como advertencia a algunos espectadores que pueden leer otras críticas: el uso de la canción Un millón de amigos de Roberto Carlos en una escena de la película, fue reemplazada por una cuestión de derechos, por Un beso y una flor de Nino Bravo. En el BAFICI se proyectó con la primera, pero debió ser cambiada. Es en el único momento del film en que aparece música. El cambio no afecta nada, sigue siendo igual de funcional e inteligente.
La larga noche de Francisco Sanctis es quizás la mejor opera prima de los últimos años. No había un debut tan promisorio e impecable desde La ciénaga.