La vida en las tablas
Agustín Kazah y Pablo Arévalo se unen para dirigir La lección de anatomía (2019,) película documental que refleja el proceso creativo tras la reposición de la mítica obra creada por Carlos Mathus, espectáculo que estuvo desde el año 1972 representándose en salas de Argentina y de todo el mundo sin interrupción.
La propuesta está dividida en dos partes bien diferenciadas, la primera, en donde un extenso casting invita a reflexionar sobre el hecho artístico, a partir de las consignas impartidas por Mathus y Antonio Leiva, su socio y productor, a los posibles actores de la puesta, y una segunda, en donde el mito de Mathus se construye ya en su ausencia, acelerando las deliberaciones sobre la contemporaneidad y vigencia del relato.
Censurada, vapuleada, amada y odiada en partes iguales, la obra La lección de anatomía, mantuvo su estructura gracias a la rotación de elencos que supieron transformar su discurso de pedido de libertad e igualdad en la agenda, acompañando el contexto social y político, desligándose de la mirada del otro con una irreverente coordinación para que el desnudo que la completa sea un gancho comercial, claro, pero también un dato menor de la puesta.
El cine que muestra el detrás de escena es un género en sí mismo, que suple algunas falencias gracias al interés generado por la imposición de una mirada expectante sobre los cuerpos, y, en este caso, sobre la mirada potente de un creador como Mathus que supo trascender gobiernos y censuras con la misma pasión que hasta sus últimos días ponía arriba del escenario.
Kazah y Arévalo editorializan su relato con algunas frases del director dichas a modo de conclusiones, las que, luego del fallecimiento del realizador, toman aún más fuerza, superando y trascendiendo la imagen en movimiento que devuelve la pantalla y depositando en el personaje la posibilidad de irradiar índices para construir un potente ícono cinematográfico.
Acompañando a los actores, conociendo como se prepara un elenco que deberá asumir un riesgo que aún en el Siglo XXI sigue haciendo temblar a los intérpretes, la desnudez de Mathus y Leiva, en su intimidad, con sus recuerdos, sus rutinas, son más importantes que las de los jóvenes aspirantes que quieren ser parte de la historia del teatro nacional.
Si en esa primera parte anteriormente mencionada, el cuerpo presente de Mathus genera, en la complicidad de sus asistentes, un tiránico juego de deliberaciones arbitrarias y poco objetivas, en la segunda, ya con la partida del director, la ausencia en pantalla de éste termina por configurar su permanencia y continuidad por la rectitud y organización de aquel que lo reemplaza.
La incorporación de entrevistas mediatizadas, algunos planos de fotografías que recuperan a Mathus en su juventud, en donde con su obra se transformó en un referente de la libertad en todos los sentidos, y la continua incorporación de momentos de charla armónica de los protagonistas, no hacen más que revalidar la potencia de un hecho artístico que se convirtió en uno de los miles de datos coloridos que el libro Guinness alberga en sus páginas, ser la obra más representada, y de manera ininterrumpida, del mundo, a pesar de censuras, cancelaciones y postergaciones.