La amarga lección que aprendió la maestra
Parábola moral con el sello en forma y fondo de los hermanos Dardenne: cámara en mano, naturalismo al mango, concentración temporal y temática. Y seres honestos tentados por una realidad que a cada paso da ejemplos de extorsión, insensibilidad y corrupción.
En un pequeño pueblo de Bulgaria, Nadezhda, una joven profesora del secundario, trata de descubrir al alumno que roba en su clase. Quiere darle una lección para que aprenda lo que está bien y lo que está mal. No solo en el aula alguien miente. En su casa también: como su marido, borrachín y perdedor, no pagó el crédito hipotecario, el banco viene a rematarles la casa. Nadezha deberá buscar plata, como sea, remedando sin querer las incursiones del alumno ratero. La mala suerte la persigue. Y el film termina siendo otra mirada amarga a un mundo demasiado sucio para gente que quiere andar por el buen camino. Pero a la historia se le notan las costuras: la fábula se hace evidente y el final, antojadizo y forzado, le quita fuerza y credibilidad a su discurso cínico y moralizante.
Conmueve esta profesora que de a poco se va dando cuenta de que es difícil mantener los principios en un mundo así. Nadie devuelve nada, no sólo el alumno ladrón. Al contrario. Al final descubrirá quién es el chico que robó. ¿Pero puede exigirle que se arrepienta después que ella hizo lo que hizo? ¿Lo perdona o lo acepta? Por eso prefiere mirar para otro lado. Porque es lo que espera que los demás hagan con ella. La gente que vive entra la espada y la pared no tiene muchas opciones. Esa es la lección que aprendió la profesora. No sólo cada vez hay menos lugar para la gente docente. Ya ni siquiera -nos dice este film- hay lugar para el arrepentimiento.