El lado oscuro de la vida común
Es llamativo: mucha gente confiesa detestar las comedias musicales clásicas porque se canta, se baila y todo sale bien. Sin embargo, rara vez espectadores o críticos manifiestan objeciones serias a los reversos actuales de las comedias musicales clásicas, estos dramas realistas europeos en los que todo sale mal, incluso al precio de sacrificar la verosimilitud y caer en el ridículo. Y lo de "realistas" debería aclararse: hay películas que reciben premios y son elogiadas por su utilización del estilo audiovisual de los hermanos Dardenne (Rosetta, El hijo, El niño): mayormente cámara en mano, cercana a los personajes, muchas veces a sus espaldas, locaciones nada glamorosas, escasez o ausencia de música por fuera del universo registrado. Pero el realismo que profesa una película como la búlgara La lección incluye un perverso sistema de detalles negativos que se van enlazando con lógica programática y en ocasiones más arbitraria y artera que el uso indiscriminado de efectos especiales en las superproducciones más irreflexivas.
La lección usa y abusa del efecto especial "el mundo es horrible" e incurre en recursos inadmisibles por fáciles y arbitrarios, como el auto que no arranca justo cuando hay que salir corriendo a pagar una suma ínfima y también arbitraria que se agregó a último momento para lograr tensión artificial. Y hay más situaciones objetables en esa secuencia -puesta para generar tensión allí donde no surge de la construcción narrativa- del centro de La lección, al que se llega luego de mostrarnos a la protagonista en circunstancias grises, feas y sin salida (maestra que intenta descubrir cuál de sus apáticos alumnos roba, con otro trabajo en el que no le pagan, marido inservible y que le oculta la situación financiera de la casa). Ella es rígida, terca, obcecada -hasta el punto de hacernos dudar de su sensatez-, tiene resentimientos familiares y rechaza soluciones que tiene a mano. Sus ideas de justicia y rectitud son inaplicables en un contexto de crisis moral y económica de un país como Bulgaria en su derrotero poscomunista (y en casi cualquier otro contexto).
No entraremos en detalles para no arruinar el planteo de la película, porque parte de su propuesta es sorprender en su determinismo miserabilista y sin hacer de la obcecación una épica. Pero hay que apuntar que sobre el final debilita su propia lógica con una acción que no se anima a filmar de manera frontal, tal vez porque es muy difícil de resolver con sus propias coordenadas. Sí, ésta es una película de apariencia audiovisual coherente que plantea al menos dos interpretaciones de su título, cuya actriz protagónica no se sale de su tono severo y parco, y que confirma que los Dardenne mal procesados pueden ser también -sin que esto implique una opinión específica sobre su obra- una influencia tóxica.