Nade es una profe de inglés en cuya clase desaparece la billetera de una alumna. Ella se pone firme: obliga a los alumnos a dejar algo de su dinero hasta que el ladrón devuelva lo robado. En casa, también la esperan problemas relacionados con el dinero: su marido dejó de pagar la cuota de la hipoteca y quieren rematarle la casa. Con una puesta que recuerda mucho a la del cine de los hermanos Dardenne -cámara en mano cerca de su protagonista todo el tiempo, pequeño gran drama social en el centro del relato-, pero un ritmo parsimonioso, que obliga a esperar cada una de las mínimas resoluciones, y sobre todo una opacidad, un aire sombrío en el que no queda espacio para ninguna redención posible.
La lección es tan severa con su protagonista como ella intenta serlo con sus alumnos. La sigue, en su derrotero cada vez más desesperado para reunir dinero en tres días, ilustrando las miserias y grisuras de una sociedad burocrática, indiferente y fría. Claro que Nade no se diferencia mucho de ese contexto, cuesta encontrar en su rostro gélido o en su intimidad, algo de ternura o calidez. Aunque empaticemos con su angustiante, y universal, circunstancia.