Nadezhda (Margita Gosheva) podría haber sido una abogada exitosa pero optó por casarse y hacerse cargo de un hombre al que no parece amar pero tampoco es capaz de dejar, aunque le traiga más amarguras que alegrías.
Todo en su vida parece ser motivo de conflicto: en uno de sus trabajos tiene un alumno ladrón, y ella no puede descubrir quién es; en el otro, el jefe incumple con los pagos por sus traducciones; en su casa, el marido ex-alcohólico la ha endeudado por un motorhome inservible, y las financieras van por ellos de manera rapaz. Con una casa y una hija a cargo -de quien apenas tiene tiempo para ocuparse- ella se ve obligada a pensar cómo puede hacer para conseguir el dinero suficiente para salir adelante.
En un gris eterno, con matices cada vez más oscuros, la cámara se instala sobre la mujer y la sigue de manera invasiva en ese intento de darles una lección a los niños, a la vez que es consciente de que está cada vez más lejos de ser un ejemplo a seguir para ellos.