Presentada en la competencia Vanguardia y Género del BAFICI 2017, esta comedia apuesta al absurdo y el vértigo con resultados no siempre del todo convincentes.
Elegida en el octavo puesto del Top 10 de 2016 de Cahiers du Cinéma, La ley de la jungla no resulta para mi gusto merecedora de semejante honor. Se entiende que la mítica revista haya querido reconocer a una segunda película que apuesta al humor desatado, pero el film de Antonin Peretjatko -aun con sus buenas dosis de audacia y desenfado- no llega a ser una gran comedia y eso que tiene como protagonista a uno de los mejores intérpretes del género en ese país, Vincent Macaigne, quien ya había trabajado con Peretjatko en La fille du 14 juillet (2013).
Macaigne es Marc Châtaigne, un empleado interino del Ministerio de Normas (SIC) que es enviado de apuro por su jefe a la Guayana francesa para implementar las normas de construcción europeas en Guyaneige, la primera pista de esquí amazónica con nieve artificial.
Ya en destino comenzarán (o seguirán) sus desventuras en un film que combina humor negro, género de aventuras (expedición por la selva amazónica), romanticismo (por allí aparecerá la bella Tarzan, bella empleada de la Oficina Nacional Forestal interpretada por Vimala Pons) y algo de acidez política al exponer la burocracia y el espíritu colonialista que aún hoy domina a muchos franceses.
El tono absurdo y exagerado de La ley de la jungla -que desaprovecha al gran Mathieu Amalric en un papel secundario sin demasiado relieve- remite por momentos al cine del sueco Roy Andersson o del georgiano Otar Iosseliani, así que es capaz de incomodar y hasta irritar a los cultores de la comedia más clásica o contenida. De todas maneras, para quienes gusten de un humor más extremo y delirante, La ley de la jungla es una propuesta valiosa y Peretjatko, un director para tener en cuenta en el futuro.