Hasta la nieve es artificial
El director de múltiples cortos Antonin Peretjatko finalmente se anima a hacer un largometraje en La Ley de la Jungla, elegida por la prestigiosa revista Cahiers du Cinéma como una de las diez mejores películas de 2016. Con algunas demoras en su llegada a los cines de estas latitudes, el film cuenta con las actuaciones protagónicas de Vincent Macaigne, Vimala Pons y Mathieu Amalric, quienes le dan forma a esta comedia que explora múltiples aristas dentro del género.
La Ley de la Jungla es una comedia disparatada, que se toma muy en serio justamente esa definición genérica. Y para empezar, esto lo vemos en la historia que cuenta. Marc (Macaigne) es un empleado/pasante del Ministerio de Normas y Estándares francés a quien le asignan la peculiar tarea de viajar a la Guayana Francesa, uno de los últimos ejemplos del colonialismo moderno, pero específicamente a “Guyaneige”, algo así como un proyecto de complejo para esquiadores pero en un contexto de clima y geografía tropical. Con la ayuda de la intrépida Tarzan (Vimala Pons), Marc intentará cumplir con su misión que consiste en asegurarse de que el emprendimiento cumpla con las regulaciones y estándares europeos que se le exigen, tarea que se le dificultará dadas las peripecias que le esperan.
Otro elemento de la película que busca relacionarse con ese concepto de comedia disparatada tiene que ver con la elección del elenco. Y allí todas las miradas se las lleva Vincent Macaigne, alguien que prácticamente en los 24 films que hasta ahora conforman su currículum ha apostado por un tipo de humor o trabajo en general que, de alguna forma u otra, busca romper con los convencionalismos y la corrección política. Queda claro que esto se pone de manifiesto en esta película donde tópicos como el colonialismo y las diferencias culturales entre europeos y americanos resultan el principal foco para esa “crítica” que Vincent y La Ley de la Jungla proponen. El trabajo co-protagónico de Vimala Pons está a la altura en todo momento mientras que el punto más flojo de la cinta en términos actorales tal vez venga de la mano del personaje de Galgaric, interpretado por el enorme Mathieu Amalric que esta vez queda un tanto desperdiciado dada la poca trascendencia de su interpretado para la trama.
Lo bueno de la película es que sabe plasmar de muy buena manera en pantalla ese relato del hombre fuera de su elemento que debe improvisar y adaptarse permanentemente a un entorno que no sólo le es hostil sino que le presenta nuevos desafíos con cada paso que da. Con un ritmo sostenido y buenas dosis de comedia, el lunar tal vez aparece cuando esa crítica política quiere colarse. En este sentido, si bien la toma de posición está muy clara, da la sensación de quedar un poco difuminada por la gran cantidad de elementos que circundan a la principal línea de acción. Porque a la misión de Marc rápidamente se va a sumar su creciente vínculo sentimental con Tarzan y una caterva de elementos disparatados que incluyen una pequeña guerrilla, varios caníbales, un molesto representante de una empresa ferroviaria y un cobrador de impuestos algo despistado que terminan de darle forma a una obra estrafalaria, entretenida, bastante graciosa pero no mucho más.