Descubriendo América
Desde hace un tiempo Vincent Macaigne se ha transformado en sinónimo de la nueva comedia francesa, o al menos, ha logrado destacarse en aquellas propuestas en las que ha intervenido y que la mayoría se alejan de los convencionalismos del formato específico de la producción gala, explorando nuevos procesos narrativos con la preponderancia de personajes “perdedores” que avanzan en los relatos con humor y a la vez seguridad para hacer crítica social y analizar nuevos emergentes.
Vincent Macaigne forma parte de esa nueva ola y viene consolidándose, tras Noticias de la familia Mars (Des nouvelles de la planète Mars), en los pequeños roles que en grandes producciones le ha tocado interpretar, haciéndole sombra a los protagonistas y encontrando su propio lugar dentro del star system de su país.
No es raro que en La ley de la jungla (La loi de la jungle, 2016), del debutante Antonin Peretjatko, uno de sus primeros papeles como cabeza de compañía, tenga a su cargo la titánica tarea de hacer nevar en el Amazonas, anécdota que permitirá explorar su costado más bizarro para interpretar a Marc, un empleado estatal que es enviado a la Guayana Francesa para emprender la ridícula misión sin siquiera poder decir que no.
Además, en esa aventura en la que el punchline, el slapstick y el gag forman parte de la trama, las peripecias del guion hacen que se pierda en la selva junto a una aguerrida mujer (Vimala Pons) con la que vive aventuras impensadas de una desproporcionada épica para su vida, pero que funciona como el mc guffin para el relato. .
La ley de la jungla es una película que mantiene muchos puntos en común con el mega éxito italiano ¡No renuncio! (Quo Vado, 2016), en cuanto nos hablan de la corrupción del sistema político y la utilización de personas inexpertas e incautas que no comprenden correctamente el funcionamiento del mismo para cumplir sus cometidos y seguir avanzando en sacar rédito para sí. Así, la comedia sirve para realizar una mirada para nada complaciente sobre los mecanismos utilizados a diario por el poder, avanzando inexorablemente en la construcción de un relato apocalíptico y pesimista sobre aquellos que nos gobiernan.
Y no es que en ese análisis en clave irónico y sarcástico se pierda la posibilidad de hacer una crítica profunda, al contrario, justamente la parodia termina por consolidar un profundo y exhaustivo (dentro de lo que el metraje permite) relato de las miles de situaciones a las que el protagonista debe exponerse, las que son claves para comprender aquello que se critica sin liviandad y que demuestran que tras el poder siempre hay un fin ulterior que es el provecho económico sin importar a quién se dañe o use.
La ley de la jungla funciona porque se permite jugar con su trama y con lo que expone, y porque posee a Macaigne como ese “payaso” despistado que empatiza con los espectadores desde el primer momento y a quien queremos ver triunfar a pesar de todas las peripecias y obstáculos que tenga que sortear.
Marc en medio de la selva comienza a comprender que hay algo que no le contaron sobre ese mega proyecto gubernamental para hacer nevar en el Amazonas y construir una pista de esquí capaz de competir con las mejores de Sudamérica. Que hay algo que se le escapó en medio de tantos requerimientos para su viaje y que tiene que, de alguna manera, poder cumplir su tarea para poder regresar a salvo a su país.
Siempre han dicho que desde el humor es mucho más fácil denunciar, algo que Antonin Peretjatko tiene en claro a la hora de narrar esta fábula sin moraleja, pero con mucha precisión sobre aquellos que dirigen nuestros destinos.