Feos, sucios y machos
Tras Corazón loco, el retrato agridulce de un cantante country que le valiera un Oscar a Jeff Bridges, Scott Cooper estrena su segundo largo y vuelve a merodear los pastizales de la América abandonada, sus fábricas decadentes, sus pobladores endeudados y desesperados. Pero La ley del más fuerte es un film más ambicioso: la historia de dos hermanos marginales en su ecosistema, los detritus rurales de Pennsylvania, que evoca a la laureada Lazos de sangre (Shane Dax Taylor, 2010).
Más cerca de El maquinista que de Batman, Christian Bale es Russell Baze, obrero de acería sufrido y desgarbado que con su jornal no sólo paga sus cuentas sino las deudas del hermano Rodney (Casey Affleck), un veterano de Irak que vive de peleas ilegales.
El futuro es sombrío. Rodney no puede parar de pegar incluso en peleas arregladas y el mambo de Russell no es menor: sabe que la acería va a pique debido al dumping de los chinos y encima va a prisión tras un inesperado choque fatal. Este es el pasaje más inconveniente; entre 15 y 20 minutos de rodaje tras las rejas que no inciden en el argumento y para peor quitan el clima inicial, el montaje de un drama familiar con la promesa de introducir a un brutal psicópata, Harlan DeGroat (Woody Harrelson), que protagoniza una golpiza salvaje segundos antes de los primeros créditos. En algún punto, obviamente, el destino de los tres va a cruzarse. John Petty (Willem Dafoe), bookie de Rodney, organiza un tour a los dominios de DeGroat para dejar en cero todas las deudas mientras Russell sale de cacería con su tío Red (Sam Shepard); es el momento de mayor tensión y las insinuaciones a El francotirador son obvias. Este tipo de redundancias, reflejadas en un elenco estelar, opaca las buenas intenciones y conduce al film por un rumbo desmedido, grotesco, machista, con un triste y vacilante final.