De toda esa avalancha de clichés y aburrimiento que va poblando esta película nos salva solamente el cuerpo de Christian Bale, y todo lo que comulga consigo. Porque, en realidad, La ley del más fuerte es un duelo (o un ballet) de actuaciones. Bueno, en realidad, es más que nada un pas de deux ejecutado por Bale y Affleck interrumpidos, de a ratitos (queríamos verlo más), por la excelencia de Sam Shepard. Sin embargo, y a pesar de que esa coreografía conjunta dura medio relato, el peso de la película está casi todo en Bale: su paciencia actoral, sus tiempos corporales, su forma de caminar, su rostro indefinido convierten cada una de sus escenas en partes de un universo paralelo a esta película.