La pesadilla americana
El título que le han adjudicado a esta película en Argentina puede generar confusión con el film homónimo de Fassbinder, con el cual no tiene puntos en común. El vínculo más estrecho de Out of the Furnace es con El francotirador, de Michael Cimino, de la cual constituye una suerte de puesta al día, un drama post-Irak en lugar de Vietnam, cuyos veteranos alterados pelean a puño limpio a morir como aquellos jugaban a la ruleta rusa.
También como en El francotirador, el protagonista Russell (Christian Bale) trabaja en una acería de Pennsylvania, en un pueblo del patio trasero norteamericano, y su hermano es el veterano Rodney (brillante Casey Affleck), quien ha regresado marcado por lo que ha visto y hecho durante tres servicios en Irak. También aquí todos son cazadores de ciervos.
En un principio, tras el regreso de Rodney de la guerra, ambos hermanos sostienen una relación muy estrecha y cuidan de su padre moribundo, acompañados por su tío (el gran Sam Shepard). Esa confraternidad solidaria entre hombres sólo cuenta con una presencia femenina, la novia negra de Russell. Si bien la vida no les es fácil, lo que sobreviene después hará que parezca un paraíso perdido: accidente, prisión, muertes, deudas, mafia. Las cosas devienen muy violentas cuando Rodney se involucra con dos pesados, en el cuerpo de dos actores estupendos, William Defoe y Woody Harrelson, este genial en su composición del villano de pueblo oscuro con cabaña en el bosque.
Tan oscura como la fotografía de Tasanobu Takayanagui, quien viene a confirmar el ojo de los japoneses para la cámara. También Bale demuestra aquí su sensibilidad para presentar a ese personaje tan rico, noble y tierno, pero también decidido. Y en segundo rango de este elenco de primera, con actuaciones no menos excelentes, acompañan Forrest Whitaker y Zoe Saldana, quien comparte con Bale una de las mejores escenas del film, la del reencuentro.
Scott Cooper es el director de Loco corazón, también un cuadro de situación en la América profunda. Conduce esta tragedia con toques y momentos de intensidad y logra todas interpretaciones brillantes, en lo que constituye el punto más alto del film. Pero el realizador abusa del montaje paralelo que manipula (y mal) al espectador para narrar las peripecias de ambos hermanos. Porque la película no es pareja: tiene algunas escenas excelentes y otros momentos en los que parece perder su rumbo. La pintura que Cooper hace de la sociedad norteamericana post industrial es precisa, vívida y tan brutal como la realidad misma.
El furnace del título significa literalmente la caldera, o el horno de fundición, pero también funciona como metáfora de ese ambiente donde se cocinan a fuego vivo las pasiones más peligrosas, las guerras personales, el odio y la venganza. Scott confía en la elocuencia de la imagen y no sobrecarga con información -al contrario del cine mainstream americano- al espectador, que debe dejarse llevar por la acción y las imágenes que irán dando los datos a medida que la acción avanza.
La música mágica de Pearl Jam abre y cierra esta historia de perdedores y de hermandad, tema frecuente en el cine de Hollywood. El otro viejo tema -y aquí el film cae en ciertos lugares comunes- es el viejo conflicto entre justicia y venganza, encarnado en dos hombres, no casualmente enamorados de la misma mujer.