En aquellos lugares en los que no pasa nada, generalmente, termina pasando mucho, mucho. Y sino ahí tienen a los protagonistas de “La ley del más fuerte”(USA, 2014), de Scott Cooper, en uno de los dramas intimistas más logrados de los últimos tiempos y que sin respiro ahogan todos los anhelos de posibilidad de algo mejor que alguna vez tuvieron.
Russel (Christian Bale), es un luchador en todos los sentidos, día a día se esfuerza por progresar y llevar adelante su familia, pero todo se le hace cuesta arriba con un padre a punto de morir, un tío que lo acompaña en lo que puede (Sam Shepard), una novia (Zoë Saldana ) que le aliviana su existencia en parte (pero que en un momento clave de su vida lo abandonará) y un hermano menor, Rodney (Casey Affleck), que es todo un problema, ya no puede con todo.
En su trabajo rutinario, básico, en una fundición, pone su pasión, porque en ningún otro lugar puede demostrar su verdadero valor, y pese a esto, el desorden de su cabeza hace que esté fuera del lugar, no porque intente escaparse o evadirse, sino porque el peso del grupo familiar lo supera.
A pesar que sus actos son nobles y que nunca se ha inmiscuido en nada turbio, salvo para negociar las deudas que Rodney contrae con un usurero (Willem Dafoe), un día su destino cambia al ser encarcelado por la muerte de dos personas en un accidente automovilístico. Pese a esto, estoico, asume su culpa y logra que su entereza lo mantenga en la cárcel a fuerza de bajar la cabeza y de la esperanza que las visitas de su hermano le dan.
Al salir luego de un par de años, y con algunos cambios como el fallecimiento de su padre y el abandono de su mujer (se va a vivir con el comisario del pueblo, interpretado por Forest Whitaker), su ausencia provocó que Rodney se entremezclara con Harlan DeGroat (Woody Harrelson), un mafioso dealer que organiza peleas callejeras y vende drogas en los suburbios del pueblo.
Y hasta allí irán Petty (Dafoe) y Rodney para lograr en una última contienda saldar deudas siderales que contrajo el joven, pero nunca regresarán, por lo que Russel iniciará una búsqueda desesperada inmiscuyéndose en los turbios escenarios en los que DeGroat (Harrelson) construye su imperio de miserias.
La construcción de los personajes, los escasos diálogos, como así también la elección de las locaciones, áridas, despojadas, casi minimalistas, generan una empatía a fuerza de pena que interpela rotundamente a los espectadores.
El ritmo, lento, con digresiones que van preparando el camino para esa suerte de venganza irracional que Ruseel intentará llevar a cabo junto a su tío (Shepard), habla de la habilidad de Cooper por construir un discurso potente acerca de la imposibilidad de desarrollo en un pueblo fantasma y las determinaciones de acción sobre esto.
De esos lugares en los que todos se conocen y a pesar de eso se intentan esconder verdades que duelen, que marcan a fuego las repercusiones (generalmente negativas) en los demás y que corrompen aquellas esperanzas de poder cambiar de vida y emigrar hacia un lugar mejor habla este filme, erigiendo un contundente relato sobre la América profunda, esa que no se muestra en el cine comercial y que apoyada en las majestuosas interpretaciones de sus protagonistas (todos ellos, no hay uno solo que desentone) hacen de “La ley del más fuerte” uno de los estrenos del año.