Lógica animal.
Ga’hoole: la leyenda de los guardianes logra algo increíble: frases comunes como “dejar el nido” o “aprender a volar” tienen un valor literal y no metafórico. Es que la poética de la película se relaciona con lo literal, con un cierto respeto por la materia de la historia: los búhos de Zack Znyder, aunque imbuidos de personalidad, conflictos y ambiciones, nunca dejan de ser del todo búhos para convertirse en alegorías aburridas. ¿Cómo hacer para que una película de animación con protagonistas animales no se vuelva una metáfora simplona de la vida humana? Znyder tuvo que haber visto Happy Feet, otra película donde el cuidado puesto en los cuerpos de los animales operaba como una declaración de principios: “esta es una película estrictamente sobre pingüinos bailarines”, podría haber comentado el director George Miller. Así, Ga’hoole (que, como Happy Feet, también está animada digitalmente por Animal Logic) parece estar diciendo: “esta es una película estrictamente sobre búhos guerreros”, y cualquier reemplazo de sentido aplicado por el espectador corre por cuenta exclusivamente suya. Sí, en la película hay “puros” que esclavizan a otras especies, quieren conquistar el mundo y hasta les colocan números a sus prisioneros. Pero hacer una sutitución del tipo búhos guerreros por crítica al nazismo implica una violencia argumental que también es una violencia aplicada sobre los cuerpos de la película: ver una denuncia nazi en Ga’hoole porque hay algunos elementos que parecieran referir al tema es no ver todo lo demás. Mejor: hacer ese reemplazo es, literal y definitivamente, no ver nada: los movimientos precisos de los animales, las texturas infinitamente ricas de sus pieles, las gotas de lluvia golpeando sus caras, sus plumas sacudiéndose en el aire. Solamente a fuerza de no ver ese espectáculo increíble, de cerrar los ojos a lo que pasa en la pantalla (una pantalla, de eso se trata el cine) es que se puede llevar a cabo el trueque de búhos por nazismo, historia por Historia, relato de género por moraleja de corte escolar.
Más allá de varios problemas (personajes con poco espesor narrativo, autoconciencia nada feliz, banda de sonido floja o comic-reliefs forzados) Znyder demuestra una vez más que es uno de los directores de la industria hollywoodense más atentos a las relaciones que se pueden entablar entre el cine y los cuerpos de la actualidad. Ya lo había hecho con 300, película que la crítica desechó rápidamente por tratarse de una supuesta celebración de la política belicista de Estados Unidos (cuando en realidad, como señaló Slavoj Zizek, lo que ocurre en 300 es justamente lo contrario). Ga’hoole probablemente sea una de las películas de animación que exhibe más respeto por el cuerpo de los animales; eso se percibe a poco de empezada, cuando frente a nuestros ojos (y oídos) pasa algo increíble: se escuchan cosas como “dejar el nido” y “aprender a volar”, y esas frases no están refiriendo a algo que no sea lo dicho, que no esté ubicado en la superficie misma del sentido, de las palabras. Es que Ga’hoole es una película de superficies, de plumajes, texturas y movimientos, y leer algún significado metafórico en una frase como “aprender a volar” es equivalente a buscar el nazismo (y creer encontrarlo) entre un montón de búhos con armaduras y garras de metal