Plumas van, plumas vienen
La película del realizador de 300 (2007), Zack Snyder, tiene una factura técnica irreprochable, sobre todo en su versión 3-D. Esa excelencia se achata frente a un guión que linda con el reduccionismo político, pero al mismo tiempo ofrece una revisión de la imagen del héroe en los relatos clásicos.
En el nido familiar, los búhos Soren y Kludd son cobijados por la narración oral (luego se verá que las aves también escriben). Su padre les habla de un pasado heroico, en donde la calidez del hogar veía su curso interrumpido a causa de una guerra. Se trata de un tiempo que deviene presente cuando la invasión de “los Puros” bifurca espacial e ideológicamente a los hermanos. A uno le corresponderá la envestidura del héroe, aquel que defienda a la comunidad de los pájaros del autoritarismo. A otro lo seducirá el poder, siempre impiadoso.
En La leyenda de los guardianes hay ecos de Caín y Abel, pero también de La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971), de las novelas de John Fenimore Cooper, de Corazón valiente (Braveheart, 1995), y la lista sigue. La película se multiplica en vueltas de tuerca, personajes secundarios que esconden secretos, conspiraciones y acción por doquier. El resultado es agridulce. Por un lado, esta elección de profundizar en la dialéctica entre héroe, comunidad y guerra produce secuencias de acción –valga la redundancia- de alto vuelo, en donde el efecto tridimensional se luce y mucho. Pero este relato “bulímico” deja abierta puertas sin cerrar y no logra una un desarrollo mínimo en varias sub-tramas.
Si hay algo que agradecerle a esta nueva fábula cinematográfica es la crudeza de las imágenes, a tono con el tremendo drama que la recorre. La alegoría con el nazismo es en exceso didáctica, pero Snyder elije un tono sórdido que no desentona. Algo que queda claro cuando la película muestra en forma gráfica la regurgitación de un ratón recién cazado, o la muerte en primerísimo primer plano. Resulta menos explicable, en cambio, la solemnidad de la banda sonora interrumpida en una secuencia cómica musicalizada con un tema pop que pareciera contradecir la estética de la película.
Es complicado asignarle una edad promedio a la que esté destinada el film, pero este hecho (teniendo en cuenta el párrafo anterior) le da una madurez al relato que potencia su mirada sobre la construcción del héroe. En ese sentido, están todos los condimentos puestos para que La leyenda de los guardianes sea una gran película: hay pasión, deslealtades, un pasado mítico y todas las flaquezas que el sabio búho Soren podrá sortear, casi sin necesidad de acorralar a los personajes con secuencias musicales poco inspiradas o chistes a tono con el mundo televisivo. ¿Por qué la película no consigue ser más que un pasatiempo?
A diferencia de lo que ocurría con la exquisita Pollitos en fuga (Chicken Run, 2000) aquí la iconografía nazi y la imagen del Mal como potencia política quedan en lo ilustrativo, resintiendo el resultado final. Pensando en 300, la curva va en ascenso. Le damos una chance más a Snyder para que nos de la obra que –intuímos- nos puede dar.