Imprimí la leyenda
“Cuando la leyenda se convierte en un hecho, imprimí la leyenda” es una de las frases más memorables de la historia del cine, y pertenece a Un tiro en la noche, el notable western de John Ford en el que John Wayne y Jimmy Stewart se debatían por el verdadero valor del heroísmo. Claro, en principio parece demasiado exagerado traer a colación aquella obra maestra para hablar de la nueva película del director de 300 y Watchmen, pero lo hago porque el espíritu de aquella frase aparece flotando en el corazón de La leyenda de los guardianes.
Desde que el cine de aventuras se hizo moneda corriente en Hollywood, la mayor parte de las películas pertenecientes a ese género cuenta con una base común por donde comenzar a contar una historia, y es la famosa idea del mito del héroe. Inspiradas en la figura arquetípica del héroe, cuya genealogía que arranca con la épica griega es imposible de trazar en el espacio de este texto, son innumerables las películas de género fantástico que se apropiaron de la idea de un protagonista común y corriente que debe luchar contra varios obstáculos para llegar no sólo a cumplir su objetivo concreto (rescatar a la princesa, salvar al mundo, etc.) sino también a encontrar su destino y adquirir él mismo un carácter mitológico. Desde Star Wars hasta la propia Avatar (y con escala en Harry Potter), esta idea sigue vigente y seguirá prevaleciendo porque, como dijo el escritor Joseph Campbell en El héroe de las mil caras, dichos héroes “constituyen una especie de memoria biológica común a todos los seres humanos”. O sea, el espectador logra identificarse completamente con este arquetipo porque lo ve como una suerte de espejo perfecto de lo que uno podría llegar a ser si alcanzara a desarrollar su potencial al máximo.
En La leyenda de los guardianes, el héroe es un búho llamado Soren. Durante su infancia, Soren creció con los cuentos de su padre sobre unos guerreros llamados Gahoole que libraron una batalla contra una raza opuesta denominada Puros, lechuzas siniestras que pretendían crear una raza única y superior en todo el reino de Saint Aggles, donde transcurre la acción. Ya adolescente, Soren es raptado junto a su hermano Kludd por una banda de Puros que quiere reclutarlo y así librar una nueva batalla para eliminar a todo aquel que no comparta su ideología. Soren logrará escapar y emprenderá un viaje en busca de aquellos guerreros que una vez fueron parte de sus fantasías, una aventura que al mismo tiempo le permite medir su propio valor como héroe.
Como ven, la historia no se aleja de la formula campbelliana del héroe ante la adversidad. Sin embargo, el atractivo que le agrega la película pasa por dos puntos. Por un lado, el claro trasfondo histórico y sus paralelos con la realidad. No es difícil ver la figura de los nazis en los villanos del film, ni alusiones a la Segunda Guerra Mundial en las batallas aéreas que transcurren a lo largo del relato. Por eso, el carácter mítico propio del género se va adentrando en un terreno mucho más gris y sombrío al verse emparentado con hechos y símbolos de nuestra propia historia. Esta dualidad se expresa más claramente cuando, en la segunda mitad, Soren se topa con el que había sido su máximo héroe en aquellas leyendas que escuchaba de chico, ahora convertido en un veterano de guerra lleno de heridas y cicatrices de batallas. Allí se dará cuenta, por boca de ese mismo personaje, de que en la guerra no hay ni héroes ni villanos, y que no hay causas mayores por las que ir a pelear una batalla más que el cumplimiento del deber. De esta manera, el mito y la realidad van mutando y son trastocados a lo largo del film.
Tratándose de una película de Zack Snyder, sin lugar a dudas lo más destacable de la película pasa por sus aspectos visuales. La animación de los búhos, con sus rostros expresivos y sus plumas atravesadas por el viento y el agua, son de una belleza impactante, como así también los escenarios y la fotografía en donde se destacan los colores fuertes como el rojo anaranjado (color que también era predominante en 300). Y si bien Snyder abusa demasiado de los efectos de ralenti y acelerado (toda una costumbre en su cine), al menos acá se lo ve menos forzado que en sus trabajos anteriores. La técnica del 3D sin dudas es la mejor utilizada desde Avatar, ya que Snyder prestó atención más que nada a distinguir las figuras de los fondos y a hacer uso de la profundidad de campo con mucha justeza. Esto es lo que pasa cuando un director sabe de antemano que su película va a ser en 3D y trabaja los planos en función de esa técnica (a diferencia de las “conversiones” en postproducción que se vieron en Fuga de titanes y El último maestro del aire). Pero dejando los tecnicismos de lado, La leyenda de los guardianes se destaca más que nada por entregarnos una aventura entretenida y eficiente que nos muestra que en estos tiempos todavía estamos necesitados de escuchar historias de héroes valientes, junto con los mitos de los que forman parte. Por eso dan ganas de que en el futuro, cuando se tenga que elegir nuevamente entre leyenda y verdad, se siga imprimiendo la leyenda.