El buen salvaje
El cine comercial contemporáneo se encuentra desde hace tiempo actualizando historias y personajes clásicos para las nuevas generaciones de espectadores. ¿Pero cómo se actualiza el mito del hombre mono? ¿Cómo hacer atractivo un relato tan apoyado en un mundo y un paradigma de características antropológicas difícil de asimilar en el Siglo XXI? Algunos de los desafíos de La leyenda de Tarzán (The Legend Of Tarzan, 2016).
El acierto inicial de la película de David Yates -con extensa trayectoria dentro de la saga de Harry Potter- es ahorrarnos el origen del Rey de la Selva, revisionado inumerables veces anteriormente y de gran forma como en Greystoke, La Leyenda de Tarzán el Rey de los Monos (1984). En este caso la narración comienza con Tarzán ya instalado en Inglaterra como el real heredero de su familia: John Clayton, hombre de la oligarquía Londinense. Es sólo a través de flashbacks que se nos presenta su pasado salvaje y la forma en que conoce a Jane (Margot Robbie), quien ahora es su esposa.
La trama se pone en movimiento cuando Clayton es alertado sobre actividades sospechosas en la zona minera del Congo -su hogar por naturaleza- que podrían involucrar tráfico de esclavos de las poblaciones aborígenes del lugar. Entonces el Clayton aristócrata viaja de regreso al Congo con Jane y George Washington Williams -nombre nada casual para un personaje que se ofrece a investigar un caso de esclavismo- interpretado por Samuel L. Jackson, para constatar la potencial amenaza.
A partir de este punto John Clayton se retrotrae a su estadío salvaje y tenemos nuevamente a Tarzán en escena para dar inicio al costado más clásico de la aventura. Christoph Waltz se repite nuevamente como villano maquiavélico, enviado para asegurarse que el plan corra sobre rieles y neutralizar a Tarzán con una subtrama algo forzada en el medio para sumar otro enemigo a nuestro protagonista.
Hay un muy interesante trabajo de fotografía y dirección de arte, donde los colores marcan el tono: grises para la ciudad y los dominios civilizados; mientras que los rojos, amarillos y anaranjados dan vida al continente salvaje. La estética invita a sumergirse en la aventura.
De un lado tenemos la lectura antropológicamente anacrónica del buen salvaje, cuya naturaleza es siempre benevolente y pro armonía natural, en contraste con la involución de la civilización moderna que lo consume todo. Y del otro tenemos una evolución del rol femenino: la Jane de los guionistas Adam Cozad y Craig Brewer ya no cumple el simple rol de “damisela en aprietos”, a la espera de un rescate en el último segundo. Robbie encarna a una mujer fuerte. Todo un avance para el género.
Alexander Skarsgård, uno de los vampiros sexy de la serie True Blood, se luce interpretando a Tarzán gracias a una combinación de personalidad introspectiva y hombre salvaje protector de la selva. Una producción interesante que toma lo mejor de los elementos clásicos y actualiza ciertos tropos para entregar un film que entretiene sin agotarnos y cuenta de forma creativa una historia conocida por todos.