Skarsgård no es Weissmüller, pero es un Tarzán convincente
La primera parte de “La leyenda de Tarzán” se hace lenta debido al abuso de flashbacks que no aportan nada nuevo al personaje, pero en la segunda parte explota la acción de manera espectacular.
Hay muchos modelos de Tarzán, pero el que siempre quedará en la memoria de todos es el de las películas de Johnny Weissmüller para la MGM y la RKO. Este nuevo Tarzán tiene algo del "Greystoke" con Christopher Lambert, ya que el personaje es un Lord que vive en Inglaterra al principio del film, y tiene bastante del Ron Ely de la serie de TV de los años 70, y es un hombre mono totalmente civilizado.
Alexander Skarsgård hace bien su papel, pero la historia no siempre lo ayuda. Aquí el asunto es que el rey de Bélgica, que tiene dominios y grandes deudas en el Congo, necesita dar con unos diamantes que están en poder de una tribu de nativos enemigos de Tarzán, por lo que el malvado belga en el lugar, Christoph Waltz, envía una traicionera invitación al héroe, que viaja al Africa acompañado por Jane (Margot Robbie) y un enviado del Gobierno de Estados Unidos que sospecha que hay un gran negocio de trata de esclavos. Este personaje a cargo de Samuel L. Jackson está algo fuera de lugar pero al menos aporta diversión.
El director David Yates, que tuvo a su cargo la última parte de la saga de Harry Potter, demora bastante en encender la mecha de la superacción, dado que la primera mitad del film se vuelve un poco lenta debido al abuso de flashbacks que cuentan la historia previa de Tarzán, sin aportar nada demasiado nuevo al personaje, pero deteniendo el ritmo narrativo.
A partir de la segunda mitad sí empiezan las luchas, ya sea con gorilas o con soldados belgas en una espectacular escena en un tren. El final explota con una batalla también espectacular, y el resultado si bien no brilla por original, no está del todo mal.