Regreso a las fuentes
Pocos personajes han tenidos tanta recurrencia en el cine y la televisión como el creado en 1912 por Edgar Rice Burroughs. Y el Hollywood actual -ávido de reciclar una y otra vez personajes del imaginario popular- recurre nuevamente al hombre criado en plena selva por los primates, ahora en el cuerpo de Alexander Skarsgård. El resultado de este regreso de la mano del director de las últimas cuatro entregas de Harry Potter es bastante atractivo en su tono épico con pátina ecologista.
La leyenda de Tarzán se sitúa varios años después del arribo de John Clayton III (Alexander Skarsgård) a la vida urbana. Ese presente es diametralmente opuesto al pasado selvático, y lo encuentra con dinero y en pareja con Jane (la australiana Margot Robbie). Los planes del capitán Leon Rom (Christoph Waltz, atrapado otra vez en un rol de malvado) para quedarse con los diamantes de la zona del Congo Belga que sirvió de hogar a Tarzán durante gran parte de su vida lo obligarán a iniciar una marcha a través del continente africano.
El viaje implicará un sinfín de obstáculos que Tarzán/Clayton irá sorteando con la ayuda de su compañero (Samuel L. Jackson) y los indígenas de su ex comunidad. Obstáculos que son muchos y variados, como buen film de aventuras. Así, lo mejor que puede decirse del largometraje de David Yates (el mismo de las última cuatro películas de la saga de Harry Potter) es que prioriza el sentido de la aventura y el movimiento por sobre el espectáculo, construyendo así un relato correcto, terso y que entretiene con honestidad y sin grandilocuencia.
Claro que esta ausencia no implica necesariamente sobriedad. Algunos momentos recargados en sus aspiraciones épicas y otros con una pátina ecologista muestran que el film se balancea no entre lianas, pero sí entre el clasicismo y la modernidad pirotécnica y bienpensante.