George de la selva pero sin gracia
Tarzán, el popular personaje creado por el escritor Edgar Rice Burroughs en 1912, vuelve a la vida de la mano de David Yates, responsable de las últimas películas de Harry Potter.
Con alrededor de 200 adaptaciones cinematográficas a lo largo de la historia, esta nueva entrega tiene como novedad la inclusión de temas como la esclavitud y el colonialismo europeo en África. Sin embargo, pese a sus buenas intenciones, el film adolece de múltiples falencias, entre las que se destacan una trama inconexa y rudimentaria, un guión excesivamente expositivo y personajes superficiales que, más allá de su aspecto físico, no poseen ningún atractivo adicional.
Protagonizada por el sueco Alexander Skarsgard (True Blood), La Leyenda de Tarzán retoma las aventuras del rey de los monos una vez que éste ha logrado reintegrarse en la aristocrática sociedad inglesa de fines del siglo XIX. Heredero de una cuantiosa fortuna y felizmente casado con la bella Jane (Margot Robbie), Tarzán -alias John Clayton III- vive tranquilamente en Londres y no tiene deseos de regresar a la selva, lugar que constantemente le recuerda su origen salvaje.
No obstante, pronto se ve obligado a retornar a su hogar en el Congo, pues se entera que el Rey Leopoldo II de Bélgica (que por aquella época ejercía el dominio colonial sobre ese país) planeaba esclavizar a la población nativa para luego saquear sus riquezas naturales.
De esta manera, John vuelve a la jungla con sus demonios internos a cuestas, determinado a finalizar con las injusticias perpetradas por la monarquía europea. En el viaje lo acompañarán Jane y George Washington Williams (Samuel L. Jackson), un emisario estadounidense que previamente había advertido a Tarzán sobre las atrocidades que se estaban cometiendo.
Sin embargo, el verdadero villano de esta historia es el cínico Leom Rom (Christoph Waltz), lugarteniente del Rey Leopold e ideólogo principal de este malévolo proyecto de dominación. La confrontación entre ambos se intensificará cuando éste último rapte a Jane, empujando a Tarzán a liberar definitivamente a su bestia interna para rescatarla.
Si bien el retorno de lo civilizado a lo salvaje resultaba, a priori, un enfoque interesante para redescubrir a Tarzán, las simplificaciones argumentales hacen que la película se quede a mitad de camino en este sentido. Por otro lado, la unidimensionalidad de los personajes, sumadas a la proliferación de lugares comunes y clises, generan que las escenas de acción - muy bien logradas desde lo visual- pierdan interés. El ejemplo más cabal de todo esto es la secuencia en la que animales de diferentes especies unen fuerzas y arman una estampida para expulsar al “europeo invasor”, como si de repente hubiesen adquirido una suerte de conciencia de clase.
Para ser uno de los blockbusters más esperados del año, La Leyenda de Tarzán está muy por debajo de las expectativas. Sea por la falta de cohesión argumental o por la superficialidad general del relato, el film no logra entretener a lo largo de sus casi dos horas de duración.