Hay un sinfín de referencias a otras películas, programas de TV, libros, obras de arte, etc, que refuerzan la nueva adaptación de Tarzán, el célebre personaje creado por Edgar Rice Burroughs y que ya fue llevado en miles de ocasiones al cine y otros formatos con diferente suerte.
En ese sinfín de referencias, en la cuidada producción y fotografía, y en el viaje “al revés” de Tarzan, de la civilización a la barbarie, como así también, principalmente, en la elección del cast protagónico, es en donde “La leyenda de Tarzán” (USA, 2016), puesta al día de la historia del hombre criado por los monos, encuentra su razón de ser.
El prestigioso David Yates (la mente detrás de las transposiciones de “Harry Potter”) bucea en la dualidad de los personajes, más allá de la de Tarzán, para hablar de la civilización y la barbarie en el contraste de mundos que tras el comercio de marfil y otras excentricidades se comienza a desplegar en el siglo XXVIII.
En el avance del cazador, que decide inmiscuirse en la selva para sacar un rédito comercial, sin medir las consecuencias, y en el retroceso del hombre monto ahora civilizado, que intenta una comunión ecológica con su entorno, allí está la clave de “La leyenda de Tarzán” como espectáculo cinematográfico.
Así, John/Tarzán (Alexander Skarsgard) deberá lidiar con mucho más que sus instintos primitivos, cuando el malvado Leon Rom (Christophe Waltz), en su afán de expandir sus negocios, termina secuestrando a su bella mujer, Jane (Margot Robbie), por lo que acompañado por George Washington Williams (Samuel L. Jackson) volverá a la jungla para rescatarla.
La clave de “La leyenda de Tarzán” es esa, la de cómo la vuelta del hombre, ya civilizado, comienza a recuperar, por momentos en forma de flashback, por otros por la liberación de su presente, del animal interior que fue, el que le exige desprenderse de las ataduras de la civilización para reencontrarse con un pasado que en su momento le sirvió para poder sobrevivir en medio de la selva.
En esa contradicción es en donde el filme funda su discurso, un relato clásico de búsqueda y superación, y por otro lado una narración que profundiza en la psicología de su personaje principal y las consecuencias de algunas decisiones actuales, que lo retrotraerán a su infancia sin escala.
La elección de Yates de contar la historia con una precisa puesta en escena, más la utilización de la cámara lenta para potenciar las luchas entre Tarzan y los animales, hacen del filme un espectáculo visual que marca un antes y un después en las adaptación que de éste héroe se han realizado.
Las actuaciones de Jackson y Waltz, sobresalen por encima del resto del elenco, que a pesar de hacer esfuerzos, sólo se limita a una sucesión de situaciones sin interpretación correcta, como las del Tarzán que configura Skarsgard, con la misma cara para todo, aunque uno sepa que se lo contrató para mostrar físico en el medio de la selva, bien podría haberse apropiado del personaje para potenciarlo.
Por lo demás “La leyenda de Tarzan” es una interesante y entretenida puesta al día de la recordada historia del hombre criado por los monos, un ícono que pudo superar décadas y siglos aggiornandose a aquello que los espectadores más jóvenes buscan en las salas, los que, en el fondo, apoyarán o no la propuesta.