Esta coproducción italiano-argentina se divide en dos partes mientras sigue las desventuras de un hombre alcohólico, enamorado de una mujer comprometida con un príncipe, que debe huir a la Argentina a fines del siglo XIX.
Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis, dos cineastas italianos que vienen ya hace una década forjándose una carrera y un estilo a partir de cortos y largos –como BELVA NERA e IL SOLENGO— que funcionan en una zona equidistante entre el documental y las leyendas campesinas de las afueras de Roma, debutan en el largo con RE GRANCHIO (titulada aquí LA LEYENDA DEL REY CANGREJO), una película que parte de similares inspiraciones pero se corre más decididamente hacia la ficción. Y los resultados son notables, reveladores, la aparición de una voz (dos, en realidad) que parece conectar tradiciones del cine italiano del pasado y el presente con otra línea estética más cercana al cine independiente argentino de antes y de ahora.
¿Cuál es la conexión de REY CANGREJO con la Argentina? Muchas. La película no solo transcurre aquí durante su segunda mitad sino que es coproducida por dos compañías locales. Y Alessio, uno de los directores, de hecho vive aquí hace ya muchos años y ha trabajado en distintos roles en muchas películas argentinas relativamente recientes. Cuando el film deposite a su extravagante protagonista en la helada Tierra del Fuego notaremos que estamos ante algo parecido a una versión italiana de JAUJA, con la que incluso comparte sonidista (Catriel Vildosola), entre otros miembros del equipo.
Pero para llegar a eso pasan muchas cosas antes. RE GRANCHIO comienza, como los anteriores films de la dupla, con un grupo de veteranos del pueblo contando historias en una reunión que tiene lugar en la actualidad. Y pronto la película viaja hacía una de estas historias, comienza a narrarla. Es la saga de Luciano, el hijo del doctor del pueblo, un hombre alcohólico que, en la zona de Vejano (en la provincia de Viterbo, a solo una hora de Roma) era una suerte de paria de un en lugar dividido entre ricos y pobres, príncipes y «contadini».
La leyenda dice que Luciano (Gabriele Silli, un artista visual y actor no profesional) era «un noble, un santo», alguien convertido en un mito por un terrible hecho en el que se vio involucrado y uno de los pocos rebeldes dispuestos a oponerse al amo y señor del pueblo. Y la película lo muestra, botella en mano, sucio, barbudo y desgarbado, tratando de entrar por la fuerza al cerrado palacio del príncipe e incomodando a todos con su harapienta presencia y su verba cuasi revolucionaria.
Hay, sin embargo, algo que le genera algún tipo de inspiración: su nombre es Emma (Maria Alexandra Lungu, actriz de LAS MARAVILLAS, de Alice Rohrwacher, cineasta con cuyas películas REY CANGREJO claramente dialoga), una mujer que lo conoce desde chico y que lo quiere, más allá de las habladurías (se dice que estuvo en un manicomio en Roma) y de que no quede del todo clara la naturaleza de la relación. La conexión entre ambos le da a la película –que podría describirse como un film de aventuras y hasta una especie de mitológico western– las características de una historia de amor dulce y trágica, además de un núcleo emocional potente que se sostiene hasta el final.
En un estilo que recuerda al de algunas películas de Pasolini (y con paisajes y situaciones que traen a la memoria el cine de autores italianos de los años ’70, de Ermanno Olmi a los Taviani), la película incluye una larga serie de canciones tradicionales y un uso del color y del zoom muy cercanos al cine de los ’70 (no sería exagerado compararlo con el cine de Leonardo Favio de la época, centrado también en cuentos y mitos populares). La leyenda de este «non sancto» bebedor crecerá cuando Luciano, en la celebración del San Orso y con intención de recuperar a su amada prometida familiarmente al príncipe, tome una decisión un tanto arriesgada que tiene resultados terribles y que lo llevará a exiliarse.
Así concluirá la primera parte de un film dividido claramente en dos. La otra recuperará al protagonista del otro lado del planeta (de hecho, el episodio se llama «In culo al mondo«, innecesario traducirlo), en medio de la Tierra del Fuego, con otro nombre y a la búsqueda de un tesoro lleno de oro al que, aparentemente, solo se puede llegar guiado por los siempre extraños movimientos de un cangrejo.
En un escenario muy diferente al anterior pero con personajes con algunas características similares, Luciano (que ahora es, o dice ser, el Sacerdote Antonio de la orden salesiana) se irá perdiendo más y más en la Patagonia más profunda, lidiando con otros exploradores y buscadores de oro (incluyendo a sus propios colaboradores) en busca del mismo botín. Y de algunas maneras misteriosas –en medio de la apabullante pero peligrosa belleza del lugar– una historia hará eco con la otra.
Leyenda italiana de príncipes, doncellas y borrachos, western patagónico con aires herzoguianos con marineros, mercenarios y tesoros escondidos, RE GRANCHIO es cine en estado puro, salvaje, lleno de los mismos sueños románticos y las ambiciones épicas de su alcohólico protagonista. Es, también, una película que trabaja sobre géneros y homenajea estilos reconocidos pero que no lo hace como ejercicio de estilo sino como fuente de inspiración, tomándolos como bases desde las que fundar una nueva y personal poética cinematográfica.
‘El cangrejo nos marca el camino. Es por ahí«, dice el protagonista en un momento a los que lo acompañan en esa desatinada búsqueda de un tesoro imposible. Y bien podría estar hablando de la propia película que, como el cangrejo en cuestión, no va hacia adelante ni tampoco hacia atrás sino un poco para todos lados, abarcando distintos universos y tradiciones cinematográficas en su enredado y ambicioso recorrido en el que están presentes el pasado, el presente y también el futuro del cine.