Una joven viuda intenta abrir una librería en un pueblo costero de la Inglaterra de mediados del siglo XX y choca frontalmente con la oposición ultraconservadora de casi todas las fuerzas vivas de la localidad. Aunque está claro que la línea principal de la película es la defensa de la venerable tradición del libro como herramienta fundamental para cultivar la imaginación y el conocimiento, la furia de los enemigos de esa involuntaria intrusa también podría asumirse como la odiosa aversión que muchos europeos sienten por los inmigrantes, un oblicuo matiz político que le insufla algo de contemporaneidad a la historia. Se lucen Emily Mortimer, sobria y muy solvente en el rol de la obstinada amante de la literatura, y Patricia Clarkson, impecable en su construcción de un personaje especialmente venenoso. Lo que debilita notoriamente a La librería es su riguroso apego al manual de la corrección cinematográfica: está claro que la directora catalana privilegió el cálculo por sobre el riesgo y terminó así construyendo una película tan atildada como previsible en la que más de una escena sufre con los gruesos subrayados de una banda sonora cuyas soluciones convencionales agotan. La estrategia le dio resultado: el film se llevó tres premios Goya, fue muy celebrado por la crítica europea y hará las delicias de los amantes del cine que presume profundidad y refinamiento.