Todos los premios cinematográficos tienen su prototipo de ganadores, y el Goya no es la excepción. En los reconocimientos de la Academia Española suelen triunfar películas de géneros puros, clásicas en sus formas y más bien luminosas en su desarrollo. La librería venció en los rubros de Mejor Película, Dirección y Guión de la última edición, y es un buen ejemplo de ese modelo triunfante.
Rodado en inglés con mayoría de actores ídem, el último film de Isabel Coixet (Mi vida sin mí, La vida secreta de las palabras) sigue las desventuras de Florence (Emily Mortimer) durante su intento de abrir una librería en un pequeño pueblo británico a fines de los años ’50. Sucede que para ella, viuda y solitaria, la única compañía son los libros, objetos preciados que intenta poner a disposición de una comunidad que la mira de reojo.
Su némesis es Violet (Patricia Clarkson), una mujer acaudalada que aspiraba a convertir la propiedad comprada por Florence en un centro de exposición de arte. Ella intentará poner los mil y un palos en la rueda para evitar que el negocio funcione, al tiempo que el misterioso Brundish (Bill Nighy) tratará ayudarla desde el caserón que eligió para recluirse y leer todo lo que caiga en sus manos.
Basada en un libro de Penelope Fitzgerald, La librería es una experiencia discretamente amena, una de esas películas amables aunque calculadas hasta la última coma. Coixet despliega un arsenal de referencias literarias, como si quisiera demostrar la valía de su trabajo adosándole una pátina culturosa. El problema es que esa defensa de los libros la posiciona en un pedestal de superioridad respecto de los personajes que no leen no por deseo sino por imposibilidad.
Coixet filma con elegancia, pero sin suntuosidad, este drama acerca de la superación de adversidades. La librería encuentra su principal mérito en el delicado equilibrio entre sus intérpretes y una puesta en escena delicada y precisa. El resultado es un film irregular y algo obvio en su desarrollo, pero que gana algunos puntos cuando abraza el mismo idealismo literario que mueve a su protagonista.