El coraje de un sueño.
Contar una historia de coraje y de pasión puede a veces resultar retórico, cuando estos temas han sido tratados a través de los tantos medios culturales que poseemos, como, por ejemplo, el cine y la literatura.
Sin embargo La librería (The bookshop) consigue alcanzar una empatía por parte de los espectadores tan intensa que parece que nunca hayamos visto algo similar.
Adaptación de una novela homónima de Penelope Fitzgerald, Isabel Coixet se encarga de recrear una ambientación en perfecto estilo British, con una fotografía con filtro azul, paisajes lluviosos y personajes de carácter retenido para contar una historia de voluntad y sueño, una historia de una mujer.
La protagonista es Florence Green, interpretada por la actriz británica Emily Mortimer, que decide rehabilitar una vieja casa antigua para montar una librería en el pequeño y frío pueblo inglés de Hardborough en los años 50, en plena postguerra. Recordando un poco la atmosfera de la película Chocolat, donde la protagonista decide revolucionar un sitio con “nuevos sabores”, también en La librería el desafío de una mujer contra todo un pueblo que no acepta su valentía se convertirá en un símbolo de lucha, cambio e himno a la cultura libresca.
El libro, de hecho, es casi un fetiche que la protagonista cuida, cura y huele, que siente como una vuelta a sus raíces profundas, a sus deseos de realización personal.
Isabel Coixet nos pinta una mujer simple, que no está caracterizada por cualidades que hacen de ella una mujer especialmente heroica, sino que se pone en juego para que su pequeño sueño se realice, para hacer algo bueno para la sociedad a su alrededor.
La importancia de la literatura en esta película es marcada por la continua presencia de títulos clásicos, como Fahrenheit 451 oLolita, novelas que se imponen en la narración fílmica como referencias esenciales. De hecho, acontecimientos que se desarrollan a lo largo de la película o personajes que aparecen como significativos, parecen sacados de algunos de estos libros e inundan la realidad fría del ambiente con un sentido de esperanza y de diversidad, como el señor Edmund Brundish o la niña ayudante de la librería.
La banda sonora bastante melancólica, la voz en off que acompaña la fotografía fría de paisajes aislados, nórdicos, que se destacan con unas puntas de humor inglés que sube, de vez en cuando, la atmosfera nostálgica. Los fotogramas se mueven lentos, todo es retenido y nada sale de una compostura perfecta que se balancea también en el carácter de la protagonista: dulce, comprensiva, pero también determinada. Ella propone el cambio, el conocimiento, se atreve a lanzar una forma distinta de evasión a través de los libros.
Otro punto de fuerza de la película es su atención a los detalles, como cuando Florence gira las páginas de sus novelas, les quita el polvo de encima, devuelve a la lectura el rito que se merece. Esta obra reivindica el amor para la literatura y, sobre todo, por novelas de una cierta fuerza e impacto para los lectores, como las mencionadas arriba y que crearon en su época un cierto desconcierto y escándalo.
La librería es una historia de coraje y determinación, pero también de ilusión. Cualquier sueño merece la pena ser contado, aunque no vaya realizándose cómo y cuándo queremos. Las mujeres, en esta historia, parecen ser las que están dispuestas a llevar a cabo el cambio, paso tras paso, desde la profundidad, casi silenciosamente.
Se puede expresar en una sola palabra esta pequeña joya de la Coixet: dignidad. Dignidad femenina, cultural, literaria, cinematográfica. Esta película realiza una enorme conexión entre la pantalla y la palabra, entre el cine y la literatura. Los medios artísticos comunican a través de la voz de los personajes en una historia de superación que termina con un final inesperado, fuerte y de impacto, la demostración de que cualquier sueño (repetimos) es digno de ser cumplido cuando aporta una mejora y, sobre todo, pasión.
Un filme donde Coixet reconoce que el espacio cinematográfico es el espacio donde traer consciencia y reflexión. Ya que esta historia sobre libros no se aleja mucho de la que vivimos hoy en día, donde las palabras de papel parecen aburrir un mundo plenamente virtual.