En la carrera de Isabel Coixet destacan historias de drama en las cuales están impresas sus obsesiones estilísticas atravesadas especialmente por el fenómeno de la incomunicación, ya sea en la amistad, el romance, el advenimiento de la muerte o en la cultura asiática (“Cosas que nunca te dije”, “Mi vida sin mí”, “La vida secreta de las palabras”, “Mapa de los sonidos de Tokio”). En esta adaptación de la novela homónima de Penelope Fitzgerald, Coixet recurre una vez más a una exquisita dirección de arte para recrear el fin de los años 50 en el británico pueblo de Harborough, apático y frío, tanto climática como culturalmente.
La historia comienza cuando Florence Green (Emily Mortimer), una joven mujer viuda, extremadamente sensible pero bien plantada, decide abrir su propia librería en un terreno conocido como The Old House. Debe encarar a la alta sociedad, encabezada por Violet Gamart (Patricia Clarkson), quien controla las decisiones que se toman en el pueblo, convirtiéndose en su principal adversaria. Milo North (James Lance) es un interesado colaborador de esta familia para, lentamente ir derribando mediante sucias estrategias los logros de la librera. Florence, a primera vista, puede parecer una mujer ingenua, pero es muy consciente de la situación a la que se enfrenta. En todo caso, es un personaje con muchos matices que la convierten en una idealista y tenaz luchadora.
Entre sus pocos aliados en esta batalla, Florence cuenta con el Sr. Brundish (Bill Nighy), un hombre viudo y ermitaño desde hace 45 años, de quien se rumorean muchas historias pero ninguna es cierta. Ella entabla una amistad con él, haciéndole conocer nuevos libros (destacando la obra de Ray Bradbury), pidiéndole consejo acerca de si debe atreverse a vender en el pueblo la polémica novela de Nabokov, “Lolita”. Ambos se tienen una admiración y una confianza inquebrantables, pues se reconocen como iguales en su soledad y amor por la literatura. Aquí, por muchos motivos, el romance es puramente platónico, pero no por eso deja de ser entrañable.
Christine (Honor Kneafsey), una niña de 12 años proveniente de una humilde familia, comienza a trabajar en la librería y, a pesar de su rebeldía, toma las enseñanzas de Florence tanto a nivel nivel literario como humano. La librera la inspira para vivir su vida con su misma determinación y dedicación, lejos de los prejuicios y del pueblo.
Las figuras femeninas de Coixet, sean amables como Florence o mezquinos como Violet, están empoderadas. Son mujeres libres que no dudan en llevar a cabo sus objetivos. Es otro rasgo estilístico de la realizadora, que, como feminista, dota a sus personajes de pasión y compromiso por lo que hacen.
La película, ganadora de varios premios Goya, está dedicada a John Berger, a quien la directora admira profundamente y ha sido una gran influencia en sus diferentes trabajos. La librería de Coixet es una obra que retrata de manera crítica y sentimental, una época y una palabra: coraje.