La llamada 3

Crítica de Henry Drae - Fancinema

EL PEREZOSO Y POCO ESFORZADO COPY/PASTE

No creo que sea necesario hacer un repaso detallado de los orígenes de la película que permitió una digna reversión hollywoodense como lo fue La llamada, de Gore Verbinski, y que contó con Naomi Watts tanto para ese film como para la secuela, para poner al tanto al espectador que sin dudas debe saber de dónde proviene todo esto. A inicios de los 2000 hubo un auge del terror japonés aprovechado en Hollywood que propició esto, del mismo modo que pasó con El grito, con Sarah Michelle Gellar, y que permitiera una catarata de films creando un subgénero. En el mismo podían apreciarse fantasmas de pelo lacio negro azabache con articulaciones que les permitían movimientos infrahumanos, ojos grandes inyectados en sangre y de pupilas negrísimas, y que avanzaban en una especie de stop motion muy particular hacia su presa, para delicia de grandes y chicos de espíritu masoquista. Pero eso mismo ya se agotó y evolucionó como forma de aterrorizar y si se requieren de reinvenciones de las mismas ideas, es de esperar que se intenten vueltas de tuerca aceptables y que no subestimen de manera tan grosera al espectador.

Claro que no es el caso de La llamada 3, que desde el minuto cero se juega a tratar al público como si fuese neófito en este tipo de cine y se asustara o reaccionara con facilidad pasmosa, sin que requiera del más mínimo esfuerzo. El teaser de presentación antes de los créditos, que sucede en un avión, es vergonzante y los intentos por intentar imprimirle ritmo a lo que está por venir son como mínimo decepcionantes. El director debió haber visto Destino final y creyó que de alguna manera podía homenajearla. El resultado es que termina estrellando la escena al igual que el vehículo que sirve a la escenografía.

Pero no conformes con eso, los guionistas intentan reencontrarse con la historia de la manera más burda. La premisa sigue siendo la misma: el video de la joven Samara en el aljibe y todos los símbolos y pistas que lo integran son una maldición que desata, en el siguiente instante, un llamado que no hace más que avisar que le quedan 7 días de vida a quien lo ha observado, a menos que copie el video y se lo enseñe a alguien más transfiriéndole la maldición. Algo así como una cadena de cheques o una pirámide de la fortuna pero con consecuencias un poco más trágicas que la pérdida de ahorros. En la época del estreno de las anteriores, el formato VHS era todavía de uso normal hogareño, lo cual hacía posible que juntando dos videocaseteras uno pudiera hacer una copia sin demasiado esfuerzo (quién diría que se iba a hacer semejante apología de la piratería). Hoy en día, quedando tal metodología ya casi anacrónica, uno de los personajes de esta nueva entrega, un profesor universitario llamado Gabriel (Johnny Galecki), digitaliza el video desde un VHS que obtuvo de manera azarosa y lo copia y pega en formato digital para pasárselo a sus contactos cuando ve de qué se trata, no sólo para salvar su pellejo sino para darle un marco científico al asunto e intentar descifrar en qué consiste el traslado de la maldición.

Si la película hubiera intentado bucear en esa premisa, quizás hubiese logrado algo más digno, que tuviese la vuelta de tuerca necesaria para mantener viva la expectativa. Como no fue el caso, y ante la incapacidad de desarrollar la punta de esa idea, la historia pasa a centralizarse en los personajes de Holt (Alex Ross) y Julia (Matilda Lutz), que son quienes tomarán la posta del nuevo formato de video y descubrirán, con un horror demasiado impostado, que el video no sólo ha cambiado en sus imágenes de origen sino que no se puede copiar. Esto los lleva a enfrentar el camino más complicado y amargo, que es el de tratar de averiguar qué es lo que la o las víctimas del video les quieren comunicar.

En medio de este cambalache que no crea climas y se achancha todo el tiempo, aparece un sólido Vincent D’Onofrio que salva algunos minutos de la película con un personaje predecible pero medianamente interesante.

El problema con La llamada 3 es que nunca logra ni reinventarse ni recrear la atmósfera original. La fotografía verdosa, apagada y pastosa no resulta agobiante sino adormecedora y la falta de ritmo no contribuye a que las escenas en las que debiéramos saltar de la butaca logren su cometido. Quizás en el clímax de la película, en sus últimos minutos -y D’onofrio mediante, hay que destacar-, podemos apreciar algo digno de espanto que nos rememora el origen de la saga, pero resulta poco para quienes esperaban esta entrega como una actualización digna de un neoclásico del terror.

Mi recomendación sería que si van a esperar una llamada con un anuncio fatal, se tomen los siete días que les quedan para mirar cine de terror de décadas pasadas que sea un poco más respetuoso del género y así puedan morirse con la sensación de que los han matado con dignidad y no de puro aburrimiento.