Una película para valientes
La tercera entrega del filme inspirado en la novela del japonés Kohi Suzuki tiene algunas vueltas de más pero mantiene la tensión original.
Tranquilo, usted no va a morir a los siete días después de ver La llamada 3, la nueva entrega de la saga inspirada en la novela del japonés Koji Suzuki (The Ring), llevada al cine en 1998 por Hideo Nakata y en 2002 por Gore Verbinski en su versión norteamericana. Tampoco va a morir de miedo, aunque sí saltará de la butaca un par de veces.
Aun tenemos grabada la imagen de Samara, esa escalofriante niña con los pelos hacia adelante que sale de la pantalla del televisor y se dirige hacia nosotros con paso amenazante. Desde que la vimos en la cinta de Hideo Nakata, primero, y en la de Gore Verbisnki, después, no dejó de inquietarnos por las noches. El argumento de la franquicia se centra en un VHS que contiene unas imágenes tan misteriosas como perturbadoras. Después de ver el video, la víctima recibe una llamada con la voz de una chica que le dice que va a morir en siete días.
En La llamada 3, dirigida por el español F. Javier Gutiérrez, hay un profesor universitario que descubre cómo impedir la muerte en el séptimo día. La solución consiste en pasar el video para que lo vea otra persona, quien, a su vez, deberá pasarlo a otra. De este modo, la historia se convierte en una cadena terrorífica y desesperante.
Otra cuestión que aporta el director español es la adecuación a los tiempos que corren. Si hace unos años la maldición vivía dentro de un VHS, ahora puede transportarse en un pendrive y verse en una computadora o en un smartphone.
Lo más interesante de la película es cómo va mutando en distintos géneros: pasa de la scary movie para adolescentes al terror psicológico; del terror de almas en pena inscripto en la tradición nipona al thriller sobrenatural; y termina en una suerte de policial sin policías.
Pero lo que en un comienzo se podía leer como una crítica demoledora sobre los daños que provoca la televisión, con la expansión de la saga esa lectura se fue evaporando. Ya no hay un orden de cosas que se cuestione, sólo hay una seguidilla de planos sin rumbo.
Sin embargo, a pesar de lo intrincada que se vuelve la trama y de las inconsistencias que afloran en el guion, el filme logra mantener en vilo al espectador.