No es la remake de Ringu con Naomi Watts sobre un fantasma en una cinta de VHS, no es el film de suspenso próximo a estrenarse con Halle Berry en un Call Center de ayuda a la mujer; aunque comparten título, nada tiene que ver esta La llamada con esos exponentes de Hollywood. Estamos hablando de una Co-Producción Ecuatoriana-Argentina, aunque nuestro país sólo haya aportado dinero y todo el equipo sea del país de Rafael Correa.
No es novedad decir que Ecuador no es un país con una filmografía plagada de títulos, no llegan a los diez por año, y recién ahora están acercándose a este número por medio de fomentos y acuerdos de co-producción tomándolo como un logro. Menos es de esperar que alguno de esos títulos traspase su frontera. Pero viendo el resultado de esta película, rogamos porque sea una tendencia en crecimiento, una cinematografía a descubrir a la que hay que prestarle atención.
La historia se ira desarrollando por capas, como una cebolla pelándose, pero para empezar a entender, esta breve reseña está bien. El resto es mejor ir descubriéndolo.
La llamada es un film básicamente simple, directo. No tiene grandes logros estéticos, ni momentos deslumbrantes, pero sí una tranquilidad y una historia que atrapa como si estuviésemos frente al mejor suspenso. Si bien no es sorprendente desde lo visual, sí es detallista, minimalista, cada cosa está en su debido liugar y adrede para lo que se quiere decir; y ese minimalismo incluye las actuaciones, sin sobresaltos pero sobresalientes, tremendamente logradas. Anahí Hoeneisen como Aurora nos hace creer todo lo que le pasa y todo lo que dice, sus cambios de actitud, y el caos interno en el que vive, la película no sería la misma sin ella; el resto del elenco, en menor medida (es un protagónico absoluto) acompaña muy bien.
Tal vez a alguno le parezca declamatoria, lenta, aburrida, morosa y moralista, extremadamente simple. Pero es el paquete que maneja La llamada, y juega más a la sutileza que al mensaje directo.
Nieto nos muestra un mundo colapsado, atacado por lo tecnológico y que impide la comunicación entre los humanos, impide ver los verdaderos valores sociales; la conexión con la familia y nuestros seres queridos.
La llamada no está destinada a convertirse en un éxito de taquilla, ni siquiera en su país lo fue; es para ese nicho (ojalá fuese grande) que todavía disfruta del mensaje detrás de la imagen, que busca que un film le deje algo más que un impacto visual que se olvida a los quince minutos. Si existen las pequeñas grandes películas, esta es una de ellas, y bienvenido sea si llegan más como ella.