Ciencia Ficción de la Buena
La llegada (Arrival, 2016) es la versión pensante de las películas de ciencia ficción en las que alienígenas invaden la Tierra. Se preocupa por la ciencia detrás de semejante encuentro – ¿cómo funciona la comunicación? ¿Cómo aprendemos su idioma, cómo les enseñamos a comprender el nuestro? ¿Cuánto margen de error le damos a la interpretación? Y la pregunta del millón de la película: si el habla define al pensamiento, ¿qué tipo de salto astronómico significaría para la evolución de la humanidad aprender un lenguaje que no es humano?
Éste es el tipo de ciencia ficción interesada más en la ciencia que en la ficción. En este sentido se parece mucho a Contacto (Contact, 2001), de Robert Zemeckis, en la que una científica (Jodie Foster) intenta contactarse y comprender señales de vida extraterrestre. También se parece a Sicario (2015), la anterior película del director Denis Villeneuve. Su nueva película comienza con una joven heroína siendo reclutada para una misión sospechosa, sólo que Amy Adams reemplaza a Emily Blunt y su personaje es considerablemente más proactivo.
La película es en enorme misterio que retrucando cada enigma que devela. Hablar en cualquier grado de detalle sobre la trama sería arruinarla. Basta decir que Louise (Adams) es una lingüista llamada a descifrar un lenguaje alienígena, que coopera con un científico (Jeremy Renner) y que sus superiores son un coronel que ilustra por qué “inteligencia militar” es un oxímoron (Forest Whitaker) y un patético esbirro de la CIA (Michael Stuhlbarg). Y que hay un muy buen giro hacia el final que va más allá de la sorpresa y complejiza la lectura de la película.
Similar al estilo impromptu de Sicario, La llegada discrimina entre qué mostrar y qué sugerir; qué va en primer plano y qué ocurre en el fondo. La película se desarrolla principalmente en la base militar establecida entorno a un gigantesco monolito (éste tiene forma de óvalo y levita a unos metros del suelo) en el medio de un valle inundado por ráfagas de neblina. Acompaña la música de Jóhann Jóhannsson, a base de alarmas y sirenas que van reptando insidiosamente a lo largo de la banda sonora. A través de transmisiones televisivas, llamadas telefónicas y emisiones de radio vamos atestiguando el descenso de la humanidad a la histeria, lo cual agrega un elemento de urgencia a la investigación de los héroes, que a su vez tienen que lidiar con las bravuconeadas de los militares y la paranoia de los gobiernos. Louise a su vez se ve atormentada por visiones de su hija muerta, las cuales no son un mero detalle trágico para caracterizarla sino que terminan relacionándose con el resto de la película de manera inesperada y efectiva.
Lo único tachable de la película es el diseño artístico de ciertos elementos alienígenos. Uno creería que la producción estaría más allá de caer en lugares comunes del orden monstruoso. Está la eterna queja de que EEUU parece tener el monopolio de los encuentros cercanos del tercer tipo. Y que el co-protagónico de Renner es relativamente blando al lado de Amy Adams. Más allá de eso la película – escrita por Eric Heisserer, basada en un cuento de Ted Chiang – es sumamente creativa en el planteo y trato de su historia, que se interesa genuinamente por cuestionar la percepción humana y explorar los límites de la ciencia ficción.