La nueva película del realizador de “Sicario” y “Prisioneros” es un drama de ciencia ficción en el que una especialista debe descifrar el lenguaje de unas extrañas criaturas del espacio exterior que han aterrizado sobre la Tierra con propósito desconocido. Una gran Amy Adams le da vida y emoción a una película inteligente pero un tanto solemne que solo sobre el final revela sus verdaderas cartas.
El subgénero “película de ciencia ficción para adultos” parece haberse convertido en una contrapropuesta anual de Hollywood en la temporada de los premios, especialmente después del éxito de GRAVEDAD e INTERESTELAR. No son nada nuevo en Hollywood (de 2001 a BLADE RUNNER, pasando por ENCUENTROS CERCANOS DEL TERCER TIPO existen decenas), pero es cierto que en los últimos años ocupan casi un lugar fijo en el calendario, aterrizando un poco antes que los grandes tanques de taquilla (aquí se estrenó junto a ROGUE ONE, pero en los Estados Unidos está en cines hace más de un mes) que se dedican a explotar y/o abusar de los efectos especiales.
Tengo la impresión que GRAVEDAD –la mejor de las películas recientes mencionadas– empujó esa moda desde otro lugar también: la idea de la ciencia ficción como género desfasado de la terapia personal, de los extraterrestres como una suerte de sabios y poderosos seres que, de maneras no tradicionales, encuentran la manera místico-científica-semiológica de tratar los traumas de los protagonistas, en estos casos en su mayoría femeninos. La película de Alfonso Cuarón tenía una importante diferencia con las demás: no tenía extraterrestres ni ese costado new age y la “curación” de la protagonista, en cierto modo, tenía más que ver con su propio esfuerzo físico por aferrarse a la vida ante circunstancias imposibles. Aquí eso no sucede.
En LA LLEGADA se profundiza una idea que se ha planteado en muchas historias de ciencia ficción: ¿qué pasaría si al llegar extraterrestres el problema mayor sería no entender qué quieren? Básicamente, es dable pensar que si llegan seres de otro planeta una de las principales preocupaciones de los humanos serán entender qué dicen y qué quieren. Aquí lo que sucede es, bueno, exactamente eso. Tras una introducción en la que vemos a Louise Banks, una prestigiosa linguista (Amy Adams) atravesar lo que parece ser un duro hecho familiar, los noticieros empiezan a mostrar el aterrizaje de una docena de extraños ovnis de forma cóncava que se depositan en varios lugares del planeta. Pronto, el gobierno norteamericano recurre a los servicios de Banks y del científico Ian Donnelly (Jeremy Renner) para intentar entender cuál es el plan de estas criaturas que allí se depositaron con sus extraños transportes.
La película de ahí en adelante seguirá un proceso un tanto rutinario y solemne en el que Banks intentará, ingresando a una especie de hall de entrada de estas naves, comunicarse mediante carteles y gestos con las borrosas criaturas de extrañas formas que están allí adentro. Pero ellos no se comunican de una manera comprensible para los humanos sino que lo hacen mediante unas curiosas figuras de tinta circulares que, con un talento que solo tienen los científicos que existen en la ficción, Banks empieza a descifrar en lo que parece ser poco tiempo (en términos reales deberían pasar años para que la mitad de eso pueda suceder). En el interín, Banks y Donelly empiezan a relacionarse cada vez más íntimamente y, como suele pasar, los gobiernos (especialmente los rusos y chinos) están a punto de perder la paciencia y echar a las criaturas al estilo old school.
No diremos más sobre la trama porque para su segunda mitad, LA LLEGADA reserva unas cuántas sorpresas. La principal es la interesante idea (muy discutida en el ámbito lingüístico y semiológico) de que nuestro conocimiento del lenguaje define nuestra forma de entender y vivenciar el mundo. No sólo en lo básico –a mejor uso del lenguaje, mayor comprensión– sino en lo que respecta a cómo esos lenguajes definen nuestra forma de entender lo que experimentamos en la vida real y cómo lo hacemos. Y, finalmente, cómo es el principal arquitecto de nuestras vidas: no somos más que lo que podemos o sabemos comprender mediante el lenguaje que adquirimos.
Este aprendizaje de Banks tendrá que servirle para evitar un conflicto bélico, pero como en todas estas películas de ciencia ficción terapéuticas, más que salvar el planeta lo que importa es curar heridas personales como las que ella parece tener. La serie de resoluciones del filme aportan un grado de emoción que hasta ese entonces la historia no tenía y, sobre el final, le dan a la película un empujón vital. El problema mayor es el resto, ya que en manos de Villenueve la potencialmente interesante historia de LA LLEGADA peca por ser visualmente monótona y un tanto rutinaria dramáticamente, jugando en un terreno más cercano al de un Christopher Nolan (con su constante formato expositivo y su idea de que la “poesía visual” es poner a una cámara atravesando pastizales en plan imitación Malick), que al de Steven Spielberg, que sabía llenar de magia visual (y, obviamente, también emoción) historias similares en las que las fuerzas extraterrestres modificaban radicalmente las vidas de los seres humanos que entraban en contacto con ellos. Esa cualidad, decíamos, aparece recién sobre la última parte.
El realizador de SICARIO e INCENDIES –quien ahora está trabajando en la secuela de BLADE RUNNER— es un director cuyos peores impulsos anulan buena parte de sus talentos. Los que vieron sus anteriores películas saben que es capaz de crear escenas intensas y momentos inolvidables en la mayoría de ellas (recordar el principio de SICARIO) pero también que muchas tienden a caerse por la gravedad que le da a todos sus materiales, en los que casi no existe el humor o la sensación de asombro visual. A uno pueden impactarlo sus películas pero raramente lo maravillan. Aquí es el ingenio del guión y el talento de Adams los que logran sobre el final conmovernos y el canadiense es lo suficientemente talentoso para no arruinarlo, pero uno no puede dejar de pensar que, en otras manos, LA LLEGADA tenía potencial de obra maestra. Así como está, es solo una inteligente pero en su mayor parte bastante mecánica película de autoayuda interestelar.