La importancia del lenguaje
Pocas experiencias hay en el cine más gratificantes que acudir a la sala con una idea predeterminada de lo que nos espera en su interior y salir descolocados, traspuestos por la imprevisibilidad de la propuesta.
Porque si uno espera con La llegada (2016) una buena historia de ciencia ficción, con la garantía de un director infalible como Denis Villeneuve y estimulado por un tráiler que lleva a engaño, terminará embaucado por un relato mucho más rico en matices que una mera invasión alienígena, por un alud de planteamientos vitales, plenamente filosóficos, desde una perspectiva innovadora e intimista, sin alardes de inteligencia no alcanzable para todos los públicos. Una experiencia mucho más placentera que la que nos hayan podido proporcionar otros grandes exponentes del género.
Villeneuve demuestra que no hay reto que se le resista. Porque sin alterar las reglas de la ciencia ficción, demostrando un sumo respeto por el método científico, consigue perfeccionarla con una gran dosis de sensibilidad. El arranque de la película, en el que parece que la trama personal de la protagonista se cruzará de forma chapucera con la extraterrestre, ya advierte que el principio y el final de las historias nunca son claros. Lo que sí es evidente es que un planteamiento sugerente, la llegada de doce naves alienígenas al planeta Tierra, se desarrolla con sumo tacto, sin pasos en falso, con un control absoluto del ritmo y del objetivo que se quiere alcanzar, uno de los clímax finales más poderosos de la historia del cine.
Aunque no parece existir una constante de género o temáticas comunes entre las películas del realizador canadiense, sí se ha establecido definitivamente, más allá del estilo o el tono, el denominador común de su cine: los solitarios. Todos sus protagonistas son solitarios patológicos, o empujados por las circunstancias, o por las características de su profesión.
La solitaria de Arrival es una extraordinaria Amy Adams, una prestigiosa lingüista traumatizada por la pérdida de su hija, a la que se le encarga una misión: la de conseguir establecer contacto, llegar a comprender o hacerse entender, con los tripulantes (alienigenas) de una de las 12 naves que aparecen de pronto a lo largo de la tierra.
Con este sencillo argumento, Villeneuve y el guionista Eric Heisserer, construyen un apasionante relato sobre la importancia de la comunicación y sus matices; nunca había pensado que una historia sobre la lingüística podría convertirse en algo tan emocionante.
Porque Arrival no tiene nada que ver con cualquiera de las anteriores invasiones alienígenas que ha dado el cine, principalmente por una razón: es muy probable que si dicha invasión tuviera lugar las cosas se parecieran bastante a lo que cuenta Arrival. De ahí la curiosa sensación de veracidad que respira la cinta, y el inesperado peso antropológico que alcanza.
La interpretación creíble de Amy Adams resulta fundamental, ya que es ella la que carga con el peso de todo el argumento. Es protagonista absoluta, y el resto de personajes son en realidad secundarios que giran en torno a la “historia de su vida”, incluido el solvente papel interpretado por Jeremy Renner.
Así que lo mejor es entrar en la sala de proyección sin expectativas, dejándose llevar, desde una secuencia inicial que ya nos resume una vida y nos emociona en apenas minutos hasta un final que se cerrará como un círculo dando sentido a una historia donde los extraterrestres son sólo una excusa para hablarnos de recuerdos del porvenir, sobre el amor como nexo de los tiempos que fueron, son y serán.