Hablemos el mismo idioma
Amy Adams es una lingüista que intenta comunicarse con extraterrestres que llegan a la Tierra.
El canadiense Denis Villeneuve (Incendies, El hombre duplicado, Sicario) hizo en los últimos años un curso intensivo de ciencia ficción: antes de encarar el rodaje de Blade Runner 2049, la tardía secuela del clásico de Ridley Scott, que se estrenará en octubre de 2017, exploró otra arista del género con La llegada, una invasión extraterrestre despojada de acción y efectos especiales bochincheros, más una reflexión sobre la comunicación y las (im)posibilidades del lenguaje que sobre el choque de civilizaciones.
Basada en una novela corta del multipremiado neoyorkino Ted Chiang, especialista en ciencia ficción, la película cuenta lo que ocurre cuando, de un día para otro, aparecen doce naves alienígenas flotando a escasos metros del suelo terrestre, en doce diferentes puntos geográficos de la Tierra. Ante todo, se presenta un problema de orden práctico: ¿cómo comunicarse con los visitantes? ¿Cómo averiguar el propósito de su expedición?
Sin diccionarios de inglés-marciano/marciano-inglés a la vista, el ejército estadounidense convoca a una doctora en lingüística (Amy Adams, nominada al Globo de Oro por este trabajo) para que oficie de traductora. Hay, así, un abordaje de la cuestión tanto desde las ciencias humanas como las exactas (junto a ella trabaja un físico, interpretado por Jeremy Renner).
La tensión por la supuesta amenaza alienígena es desplazada, entonces, por la inmersión en teorías lingüísticas. Sobre todo en la hipótesis de Sapir-Whorf, que establece una relación directa entre el lenguaje de una persona y su forma de entender el mundo. Y si ese lenguaje está bombardeado por el ruido de los medios, el resultado puede ser desastroso. Así descripto, esto puede sonar soporífero, pero no lo es.
Porque pendulando entre los contactos de los científicos con los extraterrestres y la vida de la lingüista, la película trabaja en un vaivén que nos va sumergiendo en una dimensión mágica, cargada de poesía y un logrado onirismo, con secuencias que homenajean a El árbol de la vida, de Terrence Malick. En la línea pacifista de Encuentros cercanos del tercer tipo, una de las conclusiones posibles es, una vez más, que el mayor peligro del universo somos los seres humanos y nuestras limitaciones para comunicarnos.