En un film alejado de ataques, explosiones y catástrofes, Denis Villeneuve dota de complejidad conceptual a un género a menudo menospreciado.
Al momento de leer el argumento de La Llegada, inmediatamente pensamos que iremos a ver una película de alienígenas, con los efectos especiales más avanzados y en la cual el ejército estadounidense resuelve a la defensiva y con hostilidad el problema. Pero nada de esto sucederá.
Basta tomar conocimiento de que Denis Villeneuve es el director de la película para, de antemano, suponer que la trama será honda y compleja. Funcionan como antecedente la transposición del mito de Edipo en Incendies, la visceral Sicario y la adaptación de la novela de Saramago, El hombre duplicado.
La historia de La Llegada gira en torno a Louise Banks (Amy Adams), una reputada lingüista que será contactada por el gobierno de los Estados Unidos ante la inminente llegada de naves extraterrestres a nuestro planeta. Ella será la encargada de tratar de descifrar el lenguaje de los nuevos visitantes junto al científico Ian Donnelly (Jeremy Renner).
En La Llegada, el director abarca el género de ciencia ficción desde un punto de vista existencial, donde predomina la cualidad emocional a la maquinaria efectista, no es casual que la profesión de la protagonista sea la de lingüista, ya aquí la (in)comunicación será uno de los ejes fundamentales.
El film trabaja en varios niveles. Debajo de la narración más superflua y lineal, la que va sucediendo en el campamento del ejército, se esconde otra fragmentada que se encuentra en la mente de Louise y que irá adquiriendo sentido hacia el final de la película. Un sentido que denotará la sensibilidad especial de la protagonista y que la preparará para su verdadera llegada.
En el momento de que los seres extraterrestres se vayan de nuestro planeta, Louise podrá afrontar su desafío principal: vivir su vida y todo lo doloroso que esta conllevará. Como la diosa griega Casandra, ella posee un don que se liga a un destino imposible de modificar.
Con La Llegada, Villeneuve logra convertir la ciencia ficción en un desgarrador drama sobre el amor, que habla de la comunicación con un halo filosófico, a su vez que suscita un clima de tensión con imágenes de alto vuelo poético.