Cromagnon, en primera persona
Pasaron más de diez años de la tragedia de Cromagnon, pero algunas heridas siguen abiertas. Y está claro que es importante conservar la memoria sobre los desaguisados que provocaron el desastre en aquel fatídico concierto de Callejeros que terminó con 194 muertes y más de 700 personas que aún hoy sufren trastornos graves (sin contar al entorno familiar de cada una de ellas, claro). Ese parece ser justamente el objetivo central de este documental de la debutante Mayra Bottero, armado sobre la base de testimonios de familiares, sobrevivientes y material de archivo televisivo.
Es cierto que la película no presenta demasiadas novedades en torno a lo que ya se conoce del hecho y de la causa judicial. También que el estilo del documental es simple, de tono predominantemente informativo. Sus fortalezas están apoyadas sobre todo en esas dramáticas historias narradas en primera persona, más que en novedades formales.
El otro eje importante es la vinculación entre las negligencias (de la banda; del responsable del local, Omar Chabán; de las autoridades del gobierno de la ciudad que encabezaba Aníbal Ibarra, destituido por este hecho) que fueron condición necesaria para aquel suceso luctuoso y para otros que marcaron a la sociedad argentina en los últimos años (el accidente ferroviario de Once, las inundaciones en La Plata, por citar apenas dos casos), una articulación en la que viene trabajando desde hace un buen tiempo el grupo de familiares de víctimas de Cromagnon "Que no se repita".
La conclusión, triste, contundente, indiscutible, es que es imposible pensarlos sin tomar en cuenta el entramado de corrupción que involucra a funcionarios, políticos e integrantes de altos mandos de las fuerzas de seguridad en cada uno de los casos. Con un recurso simple, la apelación a lo que la Justicia determinó en su fallo sobre el caso, la película también desmonta algunas mitologías urbanas en torno a los fans de Callejeros: la de la "guardería" que hipotéticamente funcionaba en los baños de Cromagnon durante los conciertos, por ejemplo. Pero también les recuerda a los que aún hoy siguen reclamando absolver de toda responsabilidad a los integrantes de la banda liderada por Patricio Santos Fontanet que todos ellos sabían perfectamente que se permitía en sus recitales el ingreso de bengalas y de una cantidad de público que triplicaba la capacidad del lugar. No hay cariño ni fanatismo que puedan borrar ese dato concluyente.