Las clasificaciones son odiosas, lo sabemos, pero a veces son necesarias a los efectos de la orientación. “La lluvia es también no verte” se puede inscribir dentro del género documental, pero también como una suerte de docu-crónica si se permite el término.
El 30 de diciembre de 2004 ardieron las calles del barrio conocido como “Once”. Esa noche 194 almas dejaban este mundo por haber ido a ver una banda de rock. En aquel día fatídico era Callejeros, pero está claro que podría haber sido cualquier otra banda de esos años dado el pseudo “folklore” implicado en ver rock en vivo.
Era un recital y a la vez parte del engranaje de corrupción cuyo inicio, en este caso, se produce en el instante en el cual uno de los cientos de miles de jóvenes que van a ver a su grupo favorito saca de su bolsillo la plata para pagar la entrada. Con la guita del otro lado del mostrador, todos los involucrados en el negocio ganan bienes y pierden escrúpulos con la misma velocidad.
La noche de Cromañón se llevó puestos a todos, incluido un jefe de gobierno destituido por la legislatura y sin embargo, la justicia como valor universal todavía tiene una deuda gigantesca.
Huelga decir que nada es suficiente, pero “La lluvia es también no verte” logra, con su autoconciencia de trabajo recopilatorio, llenar los huecos que la memoria olvida y se transforma, merced a un minucioso trabajo de edición y dirección por parte de Mayra Bottero, en un muy buen resumen de los hechos de Cromañón, que cuentan además con el aporte invalorable de los testimonios de especialistas, padres y víctimas. Solo ellos pueden ayudar al espectador a dimensionar una tragedia que todavía sigue dejando estelas de quemazón en los rostros y corazones del mundo. El resultado es reivindicatorio, útil, y por supuesto necesario.
Esta película llega claramente al estado que se propone instalar en el espectador: El de memoria constante para no bajar los brazos en la lucha por la justicia.