Buscando expresar el dolor
La de Cromañón es una herida que no cierra, por más que hayan muchos -responsables o no del hecho- que hagan todo lo posible no por cerrarla, sino por hacer de cuenta que no existe. Por eso es saludable la aparición de un documental como La lluvia es también no verte, que le da primordialmente voz y rostro a los sobrevivientes y familiares de las víctimas, estableciendo una diferenciación fundamental con los responsables directos e indirectos, penales y políticos -que van desde Chabán hasta Ibarra, pasando por Callejeros-, que por diferentes vías ya habían tenido mucha mayor visibilidad para expresarse y, principalmente, defenderse.
Esa decisión capital que toma la directora Mayra Bottero -que por algo afirma en la entrevista que le hicimos en FANCINEMA que no existen tantas verdades como personas involucradas en el hecho pero sí “mucha mentira”- de plantarse en el lugar de los más débiles y otorgarles el tiempo que da el cine para expresarse, es la que conduce a que su film sea particularmente complejo. Y doloroso. Y esclarecedor. Y hasta se podría decir que inapelable. Hay una autoridad que se construye en las víctimas y familiares que no dejar de ser llamativa, porque está construida desde la humildad, el respeto por el que opina diferente y desde la manifestación sana, coherente y honesta de lo que duele, lo que molesta, lo que da bronca, lo que se siente que falta y no hay forma de recuperar.
¿Qué se puede decir, por ejemplo, frente a lo que cuenta Mauro Fernández, consistente en un relato de tinte espiritual y hasta sobrenatural, una aventura casi alucinante que no es más que una reconstrucción de cómo volvió de la muerte que parecía inevitable? ¿O de las declaraciones de Mauge Macci, otra sobreviviente, entendiendo a los que defienden a Callejeros, pero ratificando su punto de vista y haciéndolos responsables porque “yo tenía 16 años y me cambió la vida”? ¿Y de ese testimonio a dúo entre un padre y su hija, recordando y reafirmando lo que implicó el nacimiento de un bebé, hijo y nieto a la vez, que vino a ponerles su mundo patas para arriba, pero para bien? Decir, se puede decir poco y nada; apenas queda asombrarse, asentir, conmoverse, incluso reír y llorar al mismo tiempo.
De esto es también consciente Bottero y por eso sólo pone la cámara y deja que los entrevistados vayan hilvanando sus historias, y se reserva otros momentos donde explicita de un modo más poético las sensaciones de los protagonistas aportando también su propia mirada como cineasta que debe llevar a la pantalla un recorte inevitablemente arbitrario de todo un conjunto de voces sobre un tema en extremo sensible. Y aunque a veces tropiece, redundando en ciertos discursos, no deja de imponerse una toma de posición que por lógica no deja de ser valiente.
En todo su metraje, La lluvia es también no verte atraviesa temas como la culpa, las responsabilidades, las continuidades que se establecen en el accionar o desidia de un Estado que deja a la deriva y desprotegidos a los ciudadanos -como en el caso de la tragedia, a la que también se quiere sindicar como un “accidente”-, pero lo que prevalecen son antes que nada las personas, la gente de carne y hueso que estuvo y ya no estará, y los que están y deben seguir adelante. El no perder jamás de vista esto, evitando caer en alegatos y bajadas de línea facilistas, es lo que convierte a La lluvia es también no verte en un film noble, que duele, y mucho. Y a veces, nada mejor que el dolor para motivar la reflexión.