¿Qué es ser mujer?
Es la propia voz de la directora, en primerísima persona, la que hace las veces de guía de un viaje individual, colectivo y también geográfico.
El tercer largometraje documental de la realizadora Marina Zeising (Habitares, Lantéc Chaná) la encuentra en el centro del relato: es su propia voz, en primerísima persona, la que hace las veces de guía de un viaje individual y colectivo (y también geográfico). ¿Qué es ser mujer? ¿Qué es ser madre? Dos preguntas, pero no las únicas, que Zeising intenta no tanto responder como poner en discusión, a partir de distintos segmentos que tienen como disparador original un confeso miedo al embarazo y el parto y su deseo de “liberarse”, tanto de los mandatos patriarcales como de las imposiciones culturales. Ese periplo la llevará a Roma -donde la famosa estatua de la Luperca, la loba romana que alimentó a Rómulo y a Remo, bautiza a esa “lupa” del título- y a Oslo, la capital de Noruega, el país de sus ancestros maternos. El uso irónico de un par de fragmentos de noticieros cinematográficos de antaño, donde la golosa voz del locutor describe a la mujer como el “ser que nació para el sacrificio y el sufrimiento, nutrida desde muy pequeña en el rol maternal”, ponen de relieve las bases patriarcales que el feminismo ha logrado resquebrajar luego de una extensa lucha.
La organización del material filmado por la propia Zeising no es caprichosa, aunque muchas veces cierta desprolijidad narrativa es morigerada en el montaje por textos con evidentes afanes poéticos. En otras instancias, como el extenso segmento en el cual la directora conversa con su madre -la artista plástica Margit Ljosaa- acerca de su experiencia como mujer, esposa y madre, la película logra transmitir sin esfuerzo la compleja dialéctica entre deseo y coerción. Más tarde, la visita a una familiar noruega y las circunstancias de su matrimonio con un hombre nacido en Gambia plantean un paralelo con esa historia familiar de inmigración, vínculo indirecto que permite una reflexión sobre las múltiples maneras de entender los conceptos de pareja y maternidad/paternidad. La lucha por el aborto legal y gratuito en Italia y Argentina, las diferencias en el mercado laboral entre hombres y mujeres -en particular, durante los momentos críticos del embarazo y la lactancia-, las particularidades de la adopción, el parto domiciliario con asistencia médica y la violencia obstétrica son otros de los temas que el film analiza a través de entrevistas y reflexiones de la propia directora.
La crisis de los viejos esquemas se ve reflejada en la necesidad de inventar nuevas formas de ser mujer y de ser madre (nuevas formas de “ser”, en definitiva), reflejada por la aparición de neologismos o anglicismos verbales que se repiten constantemente en La lupa: “deconstruir”, “empoderar”, “maternar”. “Lo personal es político”, afirma Zeising, y tiene toda la razón. La subjetividad, sin embargo, no siempre es la mejor aliada y una breve escena sobre el final resulta gráfica al respecto: una joven en un grupo de lactancia afirma que su hijo comenzó a descansar bien por las noches cuando decidió desoír las recomendaciones del pediatra respecto de la importancia de que su bebé durmiera boca arriba. La peligrosa “decisión personal” de no vacunar a los hijos también parte de una convicción, de un deseo íntimo.